Por: Gabriela Molina Galindo y María Alejandra Portillo G.
“Sobre todo, sean siempre capaces de sentir en lo más hondo cualquier injusticia cometida contra cualquiera en cualquier parte del mundo. Es la cualidad más linda de un Revolucionario”, decía el Che Guevara, quien nació hace 92 años en Rosario, Argentina, y a quien su amor por la humanidad lo llevó a desprenderse de sí mismo, de su tierra natal y a entregar cada día por la construcción de un mundo socialista.
El Che decía que lo primero era la sensibilidad, y que a partir de ella se construían todos los valores que conforman al ser revolucionario.
La sensibilidad lo llevó a las montañas para que ardieran en silencio entre armas sagradas prestas para la libertad de Cuba, y que finalmente junto a Fidel y otros grandes constructores de sueños brindaron para la isla un primero de enero que abría las puertas de la historia a una realidad distinta.
Esa misma sensibilidad lo llevó a otros destinos del mundo, con la intención de crear uno, dos, tres Vietnam…Enarboló el internacionalismo como una gran bandera con la que hoy continúa Cuba llevando el amor y experiencia a cualquier rincón donde sea necesario.
Lo llevó también al estudio permanente. Para Ernesto Guevara, a la sensibilidad debía unirse la comprensión teórica y práctica de las realidades, en un estudio colectivo que se convertía en permanente vínculo entre las masas revolucionarias y la vanguardia a partir de la interpretación correcta del tránsito de la sociedad en la construcción del Socialismo.
Con relación a los saberes del pueblo y el valor de vida cotidiana el Che señala que «han moldeado el espíritu revolucionario de todos nosotros en los choques cotidianos con la realidad y con la sabiduría instintiva del pueblo». Hay una comunicación franca del Che como líder y el pueblo que lo ve trabajando, ya sea en la zafra, ya sea en el campo de decisiones políticas, económicas, estratégicas y militares.
Finalmente, el papel de la vanguardia en todo proceso revolucionario nos conmina en el proceso bolivariano en Venezuela, que está ante contradicciones y escenarios que debemos superar, a repensar en la vanguardia como factor determinante de las trasformaciones, y llegar a profundizar de forma sustantiva en la interacción entre el poder popular, las nuevas formas de organización territorial, el partido y la nueva institucionalidad, de nuevo en palabras del Ché:
“Ya no marchan completamente solos, por veredas extraviadas, hacia lejanos anhelos. Siguen a su vanguardia, constituida por el partido, por los obreros de avanzada, por los hombres de avanzada que caminan ligados a las masas y en estrecha comunión con ellas. Las vanguardias tienen su vista puesta en el futuro y en su recompensa, pero esta no se vislumbra como algo individual; el premio es la nueva sociedad donde los hombres tendrán características distintas: la sociedad del hombre comunista”.
El Che es una historia inacabada, es presente comprometido, es palabra necesaria y ejemplo impostergable.
El nacedor
¿Por qué será que el Che tiene esta peligrosa costumbre de seguir naciendo?
Cuanto más lo insultan, lo manipulan, lo traicionan, más nace.
Él es el más nacedor de todos.
¿No será porque el Che decía lo que pensaba, y hacía lo que decía?
¿No será que por eso sigue siendo tan extraordinario, en un mundo donde las palabras y los hechos muy rara vez se encuentran, y cuando se encuentran no se saludan, porque no se reconocen?
