por: Lil Rodríguez
EL LAJERO PRODIGIO
Nadie lo impuso, y para darlo a conocer, nadie lo promovió. Lo llevó a la inmortalidad su arte personal y exquisito, que la exquisitez no es exclusividad de lo sofisticado. Y es que en lo popular, fácil aparentemente, existe, y pobres de quienes no lo ven, un gran refinamiento.
El era exquisito; en la extravagancia de su ropa y en lo desgarbado de su figura; era exquisito en su poder de convocatoria y en su arte comunicacional. Nunca supo leer ni escribir una partitura y sin embargo pocos como él para dirigir una orquesta, ni para improvisar, ni para dibujar las flores coreográficas que él dibujó.
Fue siempre transpiración de la musicalidad y perfección para el canto. Cantar, vale recordarlo, mas que un oficio es una virtud a la que no todos los mortales tenemos acceso.
Fiel a su pueblo, a sus orígenes, a su raza, mantuvo siempre en alto el derecho inalienable de escribir su historia con su puño y letra, con sus aciertos y errores, con su sol y sus nubes.
Sólo conocemos su imagen a través de una foto y su voz a través de los discos. El tiempo se ha encargado también de que resulte prácticamente imposible superarle, Poseyó, como privilegio infinito, el don del oído absoluto. Era Bárbaro. Era el Benny.
BARTOLOMÉ MAXIMILIANO MORÉ
Todos conocemos de una u otra forma algo de la vida de Benny Moré. Ligado en mucho a la leyenda, su historia está llena de anécdotas, de testimonios verbales y de enigmas.
Muchos autores han tomado la figura del Bárbaro del Ritmo para tejer sus libros, y mas de uno contribuyó a oscurecer el camino de la verdad biográfica.
Una tarde de Noviembre de 1985, desafiando los fuertes vientos que había dejado a su paso el huracán “Kate”, nos lanzamos un grupo de periodistas a una habanera Feria del Libro que la inclemencia del tiempo no había logrado suspender. Allí, en medio del agua los comentarios de la gente, el frío y lo insólito de una feria literaria en medio de un huracán, descubrimos el libro de Amín Naser. El título, muy sencillo: “Benny Moré”. Pensamos algunos que podía tratarse de otra novela en las que uno no sabe cuanto bien o mal le hace la ficción a la historia. Pero no era una novela. Naser, periodista cubano, lograba presentar la recopilación de sus investigaciones acerca del Benny con claridad y método. Nada de novela y sí mucho de meticulosidad.
No cuenta con la fama del “Bolero” de Lisandro Otero, pero es la mas completa obra referencial acerca de Benny Moré que hayamos conocido. Recuerdo que compré dos ejemplares; uno para mi amigo y maestro Henrique Bolívar Navas y otro para mí.
Guardamos el tesoro y ya en Caracas, con tranquilidad y expectativa vino el proceso de ratificación y rectificación de los datos.
Sabíamos que había nacido el 24 de Agosto de 1919 en Santa Isabel de las Lajas, pero no que su apellido era prestado porque su ancestro Gundo, ni eso tenía. Este Gundo, de estirpe noble en su tierra natal, el Congo, fue llevado en calidad de esclavo a Cuba y allí adquirió como primer nombre el de su primer dueño. Así, se llamó Ta Ramón Gundo Paredes. Eso sí. El apellido iba cambiando conforme cambiaban los dueños. Hasta que fue vendido al Conde Moré, dueño de un Central en Santa Isabel de las Lajas. Ta Ramón Gundo, ahora Moré, adquirió su libertad y se quedó con el apellido. Apellido que también tenía por las mismas circunstancias la esclava Julia, que le parió una niña, Julia también, Moré por la madre. Y esta Julita parió varios hijos, entre ellos a Patricia, Moré por razones obvias y Patricia se enamoró de un español y parió a Virginia…Moré también y Virginia se unió a Silvestre Gutiérrez y nació Bartolomé Maximiliano…Moré. En los ancestros, al parecer, y qué cosa, ningún hombre reconoció a los hijos.
Prestado o no Bartolomé Maximiliano se encargó de inmortalizar el apellido Moré para gloria de su pueblo, de su madre Virginia y de sus 18 hermanos, a los que ayudó a levantar, por ser él el primogénito. Con el tiempo Benny reconocería a todos sus hijos, y rompería la terrible tradición de los hombre de su ascendencia.
A los 6 años de edad ya estaba en la calle trabajando y a los 11 ya había abandonado la escuela para dedicarse de lleno a las faenas agrícolas. A los 17, y luego de haber organizado las históricas orquestas de perolitos que ilustran la vida de casi todos los músicos del Caribe, Bartolomé se integró a una orquesta de verdad. Lajas, Pueblo Nuevo y La Guinea le fueron quedando pequeños a su audacia. Ya había conocido en la zafra, machete en mano, a Israel Castellanos, tresero que le enseñó a tocar el tres y la guitarra y al que después inmotalizaría en “Qué bueno baila usted” .
Un buen día, y en un camión verdulero, como una vianda mas, inició el camino hacia La Habana a la que llegó en 1936. Pasó hambre de la buena y optó por regresar a Lajas. Establece con José Luis Bolívar el dúo Bartolo-Bolívar. Se enfermó de paludismo, se salvó y en 1940 emprendería otra vez la conquista de la capital cubana.
Ganó en concursos de radio algo de popularidad, pero no dinero. Cantaba en tabernas, y en el puerto, admiraba a Panchito Risett … y soñaba. Recorrió cafés y bares de la capital cubana. Se integró, primero a un trio, luego a un cuarteto, el Cordero y luego al sexteto Cauto dirigido por Graciano Gómez.
Los sueños comenzaron a cumplírsele cuando nada menos y nada mas le tocó sustituir en una audición radial a Miguel Matamoros porque este se encontraba afectado en la voz. La suplencia fue excelente. Tanto que Miguel le pidió que se quedara en su grupo, que ya no era trio sino conjunto. Con Ciro, Miguel y Cueto inició la aventura de su carrera al partir con ellos hacia México. Era el 21 de Junio de 1945.
El resto de la historia ya es mas conocido.
BENNY
Se quedó en México. Matamoros le recomendó que se cambiara el nombre porque en tierra azteca Bartolo significa “Burro”. El mismo Bartolomé se denominó Benny.
Se casó en 1946 con una auxiliar del doctor Alfonzo Ortíz Tirado. Su padrino de bodas fue Miguel Aceves Mejias. Estaba decidido a triunfar, pero no sobre la base de lo facilongo. Los arreglos de Matamoros le parecían demasiado simples, y a él a le rondaban por la cabeza otros sonidos.
Cantó en locales nocturnos y se integró al Son Veracruz, donde conoció a Tony Camargo y a Lalo Montané, cantante, como él. Por casualidad un día Benny le pidió a Lalo que le hiciera una segunda voz. Así nació el legendario “Dueto Fantasma”. Sin aviso y sin protesto.
Fue voz de orquestas realmente importantes como las de Mariano Mercerón, Rafael de Paz y Arturo Núñez. Su primera grabación para la RCA Víctor de México fue “Me voy pa’l pueblo” , de Consuelo Velásquez.
Vendría luego la junta con Dámaso Pérez Prado, cubano como el Benny, inquieto como el Benny, y con un ojo comercial que Benny no tenía.
La combinación de los dos fue explosivamente deliciosa y desde “Bonito y sabroso” hasta “Locas por el Mambo” hay pruebas de ello.
En esa etapa mexicana de su vida participó en varias películas como “Carita de cielo”, “Ventarrón”, “Quinto patio” y “El derecho de nacer”.
Estuvo en Panamá con Pérez Prado y triunfaron por todo lo alto. Viajó a Cuba, regreso a México y a finales de 1950 volvió a su tierra querida para no dejarla mas. Cierto que viajó a muchos países pero su centro de operaciones dejó de ser la tierra azteca: Santa Isabel de las Lajas se convirtió en su oficina.
PROFETA EN SU TIERRA
Con toda la fama posible a cuestas, Benny Moré llegó a Cuba para constatar que en su patria era prácticamente un desconocido. Emprendió la conquista de Cuba justo por donde nació el son: Santiago de Cuba. Comenzó a cantar en la Cadena Oriental de Radio acompañado por Mariano Mercerón. Su éxito fue inmediato y sirvió para despejar toda duda sobre la obtusa falsificación que había realizado unos meses antes Pérez Prado con él, en una historia tracalera y poco divulgada.
Dámaso Pérez Prado, ya sin Benny, había viajado a Cuba y para prevenirse de posibles fracasos se llevó con él a un cantante que no era otro que Yeyo Cané, el mismo que había salido en la película “Al Son del mambo” cantando aunque la voz era del Benny. La cosa está en que Pérez Prado presentaba a Yeyo como Benny. Cuando el verdadero Benny cantó en Santiago de Cuba quedó develado el engaño y cimentada la fama de Moré. Tan así fue que en ese mismo tiempo fue bautizado en la misma Cadena Oriental de Radio como “El Bárbaro del Ritmo”.
Viajó muchas veces a La Habana, se reencontró con Matamoros, estuvo de gira por Colombia, Panamá, Haití, Puerto Rico, Estados Unidos, México, Venezuela…
Impuso prácticamente todo lo que grabó, perfeccionó su calidad, el sortilegio se hizo su acompañante habitual y se dio el lujo de formar esa otra leyenda de la música: su Banda Gigante.
Vivió una etapa por demás hermosa en la música cubana. Asistió al nacimiento del Chachachá, se encontró con el Filin, le dio el impulso inicial a la orquesta Aragón, alternó con Bebo Valdéz, grabó a dúo con Pedro Vargas y Alfredo Sadel. Asombró a los mejores músicos de entonces con su talento excepcional, con su arte inimitable, con su gracia y su sensibilidad; se hizo ídolo por derecho propio y dejó para la posteridad temas de todo tipo como para evidenciar la asombrosa manera con la que pasaba de un apretado mambo y una contagiosa guajira a un delicado bolero. En Música nada le fue difícil porque su privilegiado oído absoluto, junto a su carisma, hicieron la carrera. Con todo nunca abandonó su sencillez, su dignidad, su solidaria dedicación a los amigos y a su pueblo, que cada vez le pedía mas.
Benny Moré fue un músico total. En Plena dictadura batistiana era capaz de cantar “Yo sí que soy del campo/ y no me gusta que me digan okey”
Para fortuna de los melómanos, el inalienable sentido de dignidad del Benny originaría su Banda Gigante. Era Septiembre de 1952. Benny grababa para la RCA y su orquesta acompañante era la de Ernesto Duarte. Benny grababa y tenía mucho éxito, pero inexplicablemente no se presentaba con la orquesta. No se daba cuenta de que era discriminado racialmente. Duarte no llevaba a Benny a los bailes, porque en esos espectáculos privados el público era exclusivamente blanco. Serian Alfredo “chocolate” Armenteros y Clemente Piquero quienes le abrirían los ojos al explicarle por qué Ernesto Duarte no lo presentaba en vivo. Entonces Benny Moré se enfrentó al director de orquesta y a Mariano Conde, de la RCA emplazándolos. La RCA decidió quedarse con Benny, pero este puso como condición formar su propia orquesta porque ya estaba cansado de ser “comemierda”.
Se instaló en el “Alí Bar” y tomándolo como centro de operaciones comenzó a conformar su Banda Gigante, una de las orquestas mas sólidas de todos los tiempos, dirigida por este hombre de Santa Isabel de las Lajas que no sabía trazar una clave de Sol pero contaba con la facultad divina de ir mas allá de lo establecido en música.
En la Banda Gigante estuvieron, entre otros, los trompetistas Jorge Varona y Alfredo “chocolate” Armenteros, el trombonista Generoso Jiménez, el baterista Rolando La Serie y, por supuesto, sus inseparables amigos el bongosero Clemente Piquero y el guitarrista y tresero Israel Castellanos, el mismo que conociera a sus 12 años en la zafra, el mismo que le enseñó a tocar guitarra y a quien dedicó su tema “Qué bueno baila usted” surgido como recreación de un viejo son del Cauto, en una descarga en Caracas en la que adquirió el perfil con que conocemos ese tema.
A diferencia de lo que pasa hoy, cuando los músicos sacrifican sus orquestas y viajan al exterior con pistas para promoción y bailes, Benny Moré nunca viajó sin su Banda, sin su numerosa Tribu. Respetaba el trabajo de sus compañeros y, obviamente, se respetaba a sí mismo. No necesitó componer canciones expresas con el tema de la dignidad: el era la dignidad personificada.
ANÉCDOTAS
Lo de Venezuela no se puede obviar. Es famoso el cabillazo que le dio a Max Pérez porque este se negó a pagarle sus actuaciones en Caracas. Fue preso con gusto ( su única prisión ) y con gusto fue sacado de la cárcel por Alfredo Sadel y por Bola de Nieve, quien se encontraba en Caracas para la fecha.
Destaca también lo que le pasó con Alfredo Sadel grabando “Alma Libre” , tema de Juan Bruno Tarraza.
Sadel era un cantante consumado y popular. Como el ídolo que era fue a Cuba siendo aplaudido por las multitudes. Surgió la idea de la grabación con Benny, a quien todavía no conocía. Sadel ensayó varias veces el tema de Tarraza, pero Benny no aparecía para complementar el ensayo. Cuando Benny apareció, fue para grabar. Sadel estaba, lógicamente, escandalizado, pero cuando Benny abrió la boca, Sadel quedó admirado para siempre. Medardo Montero, responsable de esa grabación, y a quien tuve la fortuna de conocer para recibir de él las historias de esa y otras grabaciones, me contaba que, ciertamente hubo un error, el cual se puede apreciar cuando se escucha el tema grabado, pero decía Montero, (lamentablemente ya fallecido) que el filin era tan, pero tan grande, que él sabía que si se volvía a grabar no quedaría igual, y prefirió que se quedara con el error de entrada de la voz de Benny. Ese Tema, “Alma Libre” es hoy una verdadera joya. Se grabó una sola vez, de arriba a abajo. La amistad Sadel- Moré se hizo legendaria. Y como sería la vida de tremenda que Sadel ayudó luego a Benny a salir de su prisión en Caracas, la misma ciudad donde cantó una sola vez con la Sonora Matancera en los estudios de Radio Rumbos, sin que quedara, lamentablemente, registro de esa actuación, que me fue narrada por quien lo presentó esa vez, el veterano locutor Alfredo Ordóñez.
Muchas personas pensaban que Benny era extravagante en el vestir. Pero sus famosos pantalones anchos, mas arriba de la cintura, y sus tirantes o elásticas, tenían una explicación: la úlcera que padecía, que le molestaba aun más cuando se ponía un cinturón.
Nunca abandonó su sombrero alón, ni su tabaco. Se declaraba orgullosamente campesino, hijo de los predios de Lajas.
Benny Moré fue quien bautizó a Miguelito Cuní como Sonero Mayor, y sería Benny quien también bautizaría a Ismael Rivera como Sonero Mayor. El título suyo se lo dio el pueblo. En un Caribe pleno de excelentes cantantes solo ellos tres ostentan el honor de Mayores como soneros. Benny es tal vez el mas importante a los fines del estudio del enlace de las tendencias soneras.
No fue nunca un hombre agresivo, pero atacó con todo cuando se vio injuriado o menospreciado, sobre todo en lo racial. La organización de su tribu tiene otras connotaciones que van mas allá de la música. Benny sentó bases de organización con proyección social. No permitió ofensas a sus músicos y su dignidad de negro lajero lo llevó muchas veces a tocar en la calle ante la negativa de que sus músicos negros ingresaran a los salones donde el sí podía en razón de su fama.
Al triunfo de la revolución Cubana Benny se quedó en Cuba. Recibió miles de tentadoras ofertas, pero se quedó al lado de su gente y ayudando en lo que podía.
Famosa es la anécdota en la que se cuenta que un personaje le ofreció millones para que se fuera a Estados Unidos. Benny dijo “Está bien. Me voy, pero debo llevarme a toda mi familia. Satisfecho, el empresario le dijo que no había problemas y preguntó cuántos eran. Y fue entonces cuando Benny le respondió con su inolvidable sonrisa: “Son cinco millones de cubanos”.
Falleció en La Habana el 19 de Febrero de 1963 a las 9:15 minutos de la noche. Inmediatamente se declaró duelo musical. Fue trasladado a Santa Isabel de las Lajas, su rincón querido para ser sembrado allí.
Su campo cobijó su cuerpo. El aire se encargó de expandir su inmortalidad. El tiempo se ha ocupado de mantenerlo vigente.
En el centenario del nacimiento de Benny Moré, presentamos el capítulo dedicado al cantante cubano en el libro «Bailando en la casa del tiempo», de Lil Rodríguez. (Euroamericana de ediciones. Caracas. 1997)