Esta semana el señor Juan Guaidó sorprendió a propios y extraños con un mensaje “presidencial” que más parecía una pública confesión de su fracaso, que una arenga política. El imaginario gobernante “interino”, por fin, admitió que su mantra de hace casi dos años se había convertido en palabras huecas.
“Cese a la usurpación, gobierno de transición y elecciones libres”, había sido su grito de guerra, cuando se autoproclamó presidente de la República iniciando 2019, con el único respaldo de la Casa Blanca. Tanto él como los incautos que le seguían, repitieron la consigna publicitaria, casi hasta el infinito.
Como autómatas, inundaron las redes sociales con el pegostoso ritornelo. Pero de tanto decirlo y sin ser acompañado de hechos se les diluyó en su propia baba. Las palabras del vicerrector jesuita de la UCAB, Arturo Peraza, fueron lapidarias: “Yo siento que, si algo le falta al liderazgo político actual, es esa capacidad de replantear el escenario y buscar alternativas. Repetimos un mantra desde el año 2019 y ya estamos casi en 2021 y no lo cambias. La política no funciona así”. Forzado por la derrota, Guaidó trata de reinventarse, aunque ya es demasiado tarde.
Y tragando arena este personaje “extiende” los brazos a gente que lo detesta como: Antonio Ledezma, María Corina Machado y Henrique Capriles Radonski, entre otros. Ahora les propone construir juntos una nueva ruta de acción que, pasa por denunciar el “fraude parlamentario”; convocar al país a expresar su verdadera voluntad; y activar una agenda de acción para que se pronuncie la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB) y la comunidad internacional.
En resumen más de lo mismo, pero planteado con ligeras variaciones. La verdad es que Guaidó está desnudo en su mediocridad, en su falta de liderazgo y sólo puede clamar por más “sanciones” y por un alzamiento de la gloriosa FANB. Políticamente, no pasa de ser un despojo, un bagazo que nadie quiere.
Colmillos afilados, nuevas amenazas
En paralelo al lastimero confesionario de Guaidó, los verdaderos dueños del circo incrementan la presión. Los halcones norteamericanos han apartado en los hechos al gobernante imaginario, nadie lo nombra, a nadie le interesa. Pero han arreciado una fase de nuevas y más duras amenazas.
Esta etapa la han denominado de máxima presión, y se vienen con una política injerencista de colmillos más afilados. Una comitiva de Trump viajó hasta la Casa de Nariño, en plena crisis de covid-19 para “relanzar el Plan Colombia”. Después de este hecho, como un muñequito cuando le dan cuerda, el presidente colombiano Iván Duque, salió a realizar acusaciones irresponsables. Habló de triangulación de armas y apoyo al terrorismo desde Caracas.
Los estadounidenses manejan la carta de la invasión con un ejército aliado (obviamente Colombia). La creación de un expediente falso de narcoterrorismo, o un nuevo intento de la Operación Gedeón. Ahora, más que nunca, conviene estar alerta y en estrecha alianza cívico militar.
Paz y votos
El gánster psicótico de la Casa Blanca y su banda de mafiosos siguen obsesionados con la guerra. Sin embargo, el pueblo venezolano resiste heroicamente los embates de un bloqueo financiero, criminal e injusto. No pierde la calma, ni la cordura. Ni siquiera en medio de esta larga encerrona de casi un semestre, por la contingencia de la pandemia de covid-19.
La gente se ha adaptado a las exigencias de los nuevos tiempos, pero mantiene la vista fija en una fecha: 6 de diciembre de 2020. Ese día aparece desde ya en el imaginario colectivo, como la oportunidad para castigar la peste del Guaidosismo y hacerles pagar políticamente por tanta maldad.
La encuestadora Hinterlaces lo confirma sin temor a equívocos. El sondeo ratifica, lo que todo el mundo sabe, 75% tiene intenciones de votar. Y de ese universo, 56% votaría por los candidatos del Polo Patriótico. El pueblo espera en la bajaíta ¿Se entiende, por qué la obsesión con la violencia?