Hace 2 años Venezuela rozó en sus puentes los bordes de una guerra que ha buscado evitar por todos los medios. Y no la esquiva porque tenga patriotas cobardes, sino porque se han convertido en unos generales acerados en la lucha diaria contra una guerra invisible y de provocaciones con la que pretenden doblegar su determinación de ser libres. Son los pupilos sobresalientes de Sun Tzu, quien asegura que los mejores líderes militares no son los que ganan la guerra, sino quienes la evitan.
El 23 de febrero de 2019 el país vivió uno de sus episodios más decisivos. Ese día se disputaba en la frontera con Colombia un pulso de tensiones y la configuración de un gran falso positivo para invadir a Venezuela.
La oposición y gobiernos enemigos del proceso bolivariano, amenazaron con hacer entrar a la fuerza camiones de una supuesta ayuda humanitaria para aliviar el sufrimiento de la población que ellos contribuyeron a agudizar con una saga de sanciones.
El gobierno venezolano se opuso a la maniobra, no porque no necesitara ayuda el país, sino porque sabía que la operación era el montaje perfecto y transmitido en directo, para comenzar una invasión.
Invadir de miedo
La supuesta “ayuda” venía precedida por una amplia campaña de chantaje y manipulación de emociones. Contrataron artistas y levantaron tarimas caras para ambientar una operación épica que al final terminó siendo un vulgar ataque de filibusteros.
Varios presidentes del Grupo de Lima asistieron a aquel “concierto para delinquir”. Cada uno presumía una vocación democrática que en realidad sonaba a un coro desafinado de malas intenciones. El diputado autoproclamado presidente, Juan Guaidó, fue colocado como “el muchacho de la película”, pero como en todas las misiones que le tocaría “estar al frente”, terminó siendo el protagonista de un acto bufo adornado con la utilería cutre marca ACME.
Antes del acto central de los camiones queriendo entrar a la fuerza, el día comenzó con la escena de una carrera de camiones de la GNB embistiendo el vallado de la frontera para pasar corriendo al lado colombiano: se trataba de la carrera apresurada de una tropa de desertores que ingenuamente cayeron en una estafa que les dejó deambulando en las calles sin dinero, honor y sin patria.
Luego los camiones queriendo entrar sí o sí a Venezuela fueron el centro de la narrativa. Los planificadores creyendo que la operación de propaganda para ablandar el valor de los venezolanos iba a ser suficiente para que el pueblo se entregara mansamente.
Resistir hasta vencer
La policía y la Guardia Nacional Bolivariana bloquearon el paso por los varios puentes que comunican a Venezuela con Colombia, pero en unos habías más refuerzo que en los otros, ya que sabían por información de inteligencia que desde el lado colombiano buscaban distraer a las fuerzas venezolanas para pasar el contrabando por otros puntos.
Aquella jornada había sido una batalla campal en el plano real y en el de la desinformación. Los laboratorios fabricadores de Fakes de la oposición hicieron “pasar la ayuda humanitaria a Venezuela” sin problemas, creando una sensación de derrota por medio del engaño.
Pero así como había venezolanos patriotas defendiendo la frontera, los había también los que atajaron las mentiras en redes sociales para contestarlas.
En el plano real, la presión fue tremenda. Los camiones avanzaron hacia el piquete de policías y guardias venezolanos, quienes no solo resistían la amenaza de una embestida, sino también el ataque de grupos de encapuchados y paramilitares reclutados para la invasión.
Pero lo heroico de todo aquello es que había que resistir sin responder con fuego. La escena de los efectivos apiñados y acorazados en sus escudos parecía la escena caribe de la epopeya de los 300 de Leonidas en las Termópilas, pero sin que terminara mal.
Hace 2 años los heraldos de la muerte intentaron invadir Venezuela. Hoy @sebastianpinera en cuenta regresiva, @jguaido es la nada, @DonaldTrump ya no es pdte e @IvanDuque mira impasible cómo crece el tráfico de cocaína cada año. Nosotros venciendo pic.twitter.com/IYc9Lkj451
— Jorge Rodríguez (@jorgerpsuv) February 23, 2021
El protagonismo del pueblo
La clave de aquella resistencia heroica no solo fue el resultado del valor de nuestros uniformados. Hay que mencionar que aquella fórmula de victoria fue también el resultado de una combinación ingeniosa: la unión cívico-militar-policial; una adaptación venezolana de la doctrina de “la guerra de todo el pueblo”.
Fue el pueblo sencillo, organizado en milicias o inspirados por una rabia patriótica, que acudieron a aquella jornada decisiva. Sin exagerar se estaba jugando la paz, la vida y la soberanía.
Resultó moralizador para nuestros soldados saber que el trabajo de defender al país no era solo la obligación de ellos, sino que también tenía el apoyo y ayuda efectiva de la gente.
Ese 23 de febrero de 2019 se dibujó en el terreno la comprobación de la alianza entre el pueblo y el poder militar. Fue el despliegue real de una fórmula muchas veces ensayada en ejercicios y simulaciones de combate.
Un triunfo histórico
Jóvenes, adultos y ancianos acudieron a la defensa del país, resistiendo la presión mercenaria desde Colombia. Hicieron todo lo esencial para mantener a la patria intacta: desde llenar baldes de piedras para replegar a los encapuchados opositores o llevarles agua y una arepa a los soldados cansados en la primera línea de defensa.
También ambientaron la escena con músicas de la resistencia popular con ese espíritu de combate que inspiran las canciones de Alí Primera. Aquella batalla en los puentes se transformó en la metáfora intensa de un Stalingrado 2.0 en donde se jugaba el destino del país.
Aquella jornada de hace 2 años, precedida por una guerra invisible, ha querido ser desdibujada en la narrativa hegemónica ignorando que pasó. Pero lo cierto es que en los puentes se salvó al país, y se liberó una batalla geopolítica que supera muchas veces el alcance de nuestra comprensión.
La verdad no se quema
Otra gran lección de aquella batalla de los puentes, es que la verdad no se quema. Ese día uno de los camiones de la “ayuda humanitaria” fue incendiado por los encapuchados del lado colombiano; pero las operaciones mediáticas volvieron a endosar la responsabilidad macabra “al régimen de Maduro”.
Un periodista venezolano pero al servicio de agencias internacionales, creó la teoría fabulosa de la combustión producida por una bomba lacrimógena, demostrando así que tenía mucha imaginación pero poco conocimiento práctico de que las bombas lacrimógenas, si bien echan humo, no queman.
De las cenizas de aquel camión quemado ya abandonado en los puentes se reveló la verdad oculta de “la ayuda humanitaria”. Para la oposición, Washington y el Grupo de Lima, el pueblo venezolano, en vez de medicinas, necesitaba pertrechos de guarimbas para “recuperar su buena salud”.
Alambres de púas, pitos, clavos y demás insumos para barricadas venían en los camiones. El fuego, en vez de ocultar la evidencia, sirvió de señal purificadora que reveló que que la causa de los venezolanos fue la de una resistencia justa; y la señal de que la guerra por vencerla seguirá siendo la confrontación de una pelea tramposa en donde para sus adversarios “todo se vale”.
Recordamos los 2 años de la derrota que le propinamos al intento de invasión del imperio estadounidense y la oligarquía colombiana. El valeroso pueblo venezolano, junto a la FANB, le dio un mensaje claro, de dignidad y valentía al mundo, frente al odio y la mentira. pic.twitter.com/L3tVcuRkXp
— Nicolás Maduro (@NicolasMaduro) February 23, 2021