El coronavirus, ese enemigo invisible que se expande como la mala hierba, está causando estragos en los sistemas sanitarios del mundo. La cifra global de contagios ya rebasa largamente los 36 millones de casos y los fallecimientos superan el millón.
Puede decirse que esta es la cara más temida y, tal vez más difundida, de esta verdadera pesadilla. A ratos pareciera que estuviéramos frente a un excelente guión cinematográfico, que combina magistralmente el terror con la ciencia ficción. Sin embargo, las secuelas de la pandemia también tienen un efecto devastador en la economía mundial. Es un drama que constituye el día a día para millones en el planeta. Y que, lamentablemente, para nada se circunscribe a las salas de cine.
El pronóstico es tan grave, que el propio Banco Mundial (BM), un baluarte del establishment, se ha visto en la necesidad de realizar un alerta, que raya casi en la estridencia. Las proyecciones del organismo indican que la pandemia lanzará al abismo de la pobreza extrema a 150 millones de personas alrededor del mundo, tan solo entre los años 2020 y 2021.
Retroceso de 20 años
Este desempeño supone que la tasa de pobreza extrema oscilará entre 9,1% y 9,4%. En términos absolutos, al sumar las personas afectadas por los coletazos del coronavirus, la cifra total de personas en pobreza extrema a escala mundial ascenderá a 729 millones de individuos.
El organismo multinacional explica que, en materia de pobreza extrema, se trata de un retroceso a los mismos niveles del año 2017. Esto, a su vez, implica que la meta de erradicar este flagelo para el 2030 ha sufrido un retraso de al menos 3 años. De igual manera, se advierte que es la primera vez en dos décadas que este indicador aumenta. Por ello los técnicos del BM califican la situación como desoladora.
Por otra parte, el efecto nocivo de la pandemia en términos de reducción de movilidad, intercambio comercial, producción y empleo, no es la única fuente de adversidades. Hay que agregar a la ecuación los daños provocados por otros males previos a la covid-19, como el cambio climático y las áreas en conflicto.
El BM estima que en los próximos 10 años, como consecuencia de fenómenos asociados a, o agravados por, desajustes climatológicos como sequías, ciclones, inundaciones o tsunamis, entre muchos otros, la pobreza extrema mundial se incrementará en 132 millones de personas. Igualmente, se calcula que para 2030, 66% de las personas extremadamente pobres vivirán en zonas frágiles o afectadas por conflictos.
Meta que se aleja
Con este cuadro, la meta de erradicar la pobreza extrema en 2030, luce prácticamente inalcanzable. «Ahora que millones de personas se ven empujadas nuevamente a la pobreza por la covid-19 (y en un contexto donde el cambio climático y las situaciones de conflicto ya afectan a los más pobres de la peor manera), poner fin a la pobreza para 2030 resulta más difícil que nunca«, detalla el BM.
En las primeras de cambio, el impacto de esta oleada masiva de empobrecimiento, se sentirá con más fuerza en la áreas urbanas, densamente pobladas. En estas zonas el confinamiento y la imposibilidad de movilizarse serán particularmente negativos. Asimismo, personas normalmente no tan afectadas, como dueños de pequeños negocios y comercios, tienen altas probabilidades de engrosar las estadísticas de personas extremadamente pobres.
No obstante, las regiones rurales no están exentas de dificultades. «Con el tiempo, en estas áreas, que, para empezar, tienden a ser más pobres, probablemente las personas, incluso quienes ya se encuentran en situación de pobreza, experimentarán un deterioro en sus condiciones de vida. A medida que las restricciones a la circulación afecten cada vez más las actividades agrícolas y no agrícolas, así como el acceso a los mercados en áreas rurales, es probable que las personas pobres de áreas rurales sufran pérdidas significativas en sus ingresos», concluye el BM en su informe Pobreza y prosperidad compartida 2020: Un cambio de suerte.