Una violenta y coordinada ofensiva terrorista sacudió el suroeste de Colombia este martes, dejando un saldo preliminar de al menos siete personas muertas y decenas de heridos. Las autoridades colombianas informaron que grupos disidentes de la extinta guerrilla FARC ejecutaron una veintena de atentados utilizando una combinación de disparos, coches bomba y drones. Esta ola de ataques indiscriminados se concentró principalmente en los departamentos de Valle del Cauca y Cauca, regiones donde estas facciones armadas sostienen un conflicto abierto contra las fuerzas del Estado y el gobierno del presidente Gustavo Petro.
En consecuencia, el general Helder Giraldo, comandante de las Fuerzas Militares, confirmó la gravedad de la situación y el despliegue de unidades para contrarrestar la ofensiva. Por su parte, el director de la Policía Nacional, general William Salamanca, precisó en declaraciones a medios locales que entre las víctimas mortales se encuentran dos agentes de policía y civiles inocentes. Inicialmente, el balance oficial reportaba una docena de heridos, pero la cifra escaló rápidamente. De hecho, un informe posterior de la Secretaría de Salud departamental señaló que los equipos de emergencias médicas atendieron a 36 personas afectadas por las explosiones y los enfrentamientos, entre las que se encontraban tres menores de edad.
El suceso más letal de la jornada ocurrió en el caserío de Guachinte, en el Valle del Cauca, en este lugar, los terroristas instalaron una potente bomba en una barrera de señalización vial, cuya detonación provocó la muerte instantánea de cuatro personas que transitaban por la zona. Poco después, la violencia se trasladó a un peaje en la carretera que conecta las ciudades de Popayán y Cali, donde un grupo de sicarios acribilló con ráfagas de fusil a un policía que se encontraba de guardia, hiriendo a otros tres uniformados en el mismo acto.
Una sangrienta demostración de fuerza
Asimismo, la ofensiva se extendió por múltiples frentes. Durante las primeras horas del día, dos motocicletas bomba explotaron en distintos puntos de la ciudad de Cali. Una de ellas detonó en las proximidades de una estación de policía, causando la muerte de una persona y dejando a otras cinco heridas. Paralelamente, en el norte del departamento del Cauca, un ataque directo contra otra estación policial cobró la vida de un agente. En los municipios de El Bordo y Corinto, también en Cauca, dos coches bomba explotaron, y aunque afortunadamente no dejaron víctimas, sí provocaron cuantiosos daños materiales en infraestructuras y viviendas aledañas.
Las autoridades atribuyen estos atentados a demostración de fuerza por parte de las disidencias. Como evidencia adicional, las fuerzas de seguridad encontraron y desactivaron seis cilindros bomba en el municipio de Palmira (Valle del Cauca), junto a los cuales aparecieron mensajes alusivos a estos grupos armados. El general Salamanca aseguró que los guerrilleros perpetraron estos actos en conmemoración de un comandante abatido por la Policía en 2022 y confirmó que se desarrollaban combates activos entre los rebeldes y el ejército en el poblado de Morales.
Finalmente, esta ola de terror se produce en un contexto de alta tensión nacional, pocos días después del atentado ocurrido el pasado sábado en Bogotá contra el senador Miguel Uribe Turbay. El congresista y figura de la oposición recibió tres impactos de bala y, según el último parte médico, permanece en una unidad de cuidados intensivos en una clínica de la capital. Su estado es estable pero de pronóstico crítico. Este conjunto de hechos demuestra un recrudecimiento del conflicto y presenta un desafío mayúsculo para la seguridad del país, que vuelve a enfrentarse a la brutalidad de los atentados terroristas.
