Ataque cognitivo a Venezuela: Consecuencias y estrategias para la Resistencia / Por Dr. Gerardo Sánchez Ramírez (Psicólogo)

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“La victoria sonríe a quienes anticipan el cambio en el carácter de la guerra, no a quienes esperan para adaptarse después de que ocurren los cambios.”

Giulio Douhet

La Mente como Nuevo Campo de Batalla

La guerra ya no se limita a los campos de batalla tradicionales. Hoy, el conflicto bélico se ha trasladado a un escenario más íntimo y personal: la mente humana. En los últimos años diversos especialistas y fuentes militares han llegado a la conclusión de que “el cerebro será el campo de batalla del futuro” y consideran el dominio cognitivo como el “sexto dominio de operaciones” en la guerra moderna.

Esta nueva forma de guerra, conocida como Guerra Cognitiva, utiliza la perfilación algorítmica, memes, bots y trolls para “hackear” la forma en la que tomamos decisiones políticas, nuestro sistema de creencias, el clima emocional predominante y finalmente la forma en la que actuamos.

La estrategia utilizada implica aprovechar las vulnerabilidades de nuestro sistema cognitivo, partiendo del conocimiento científico generado por la psicología y las neurociencias, que han revelado como solo el 5% de nuestras decisiones son racionales. El resto está condicionado por una “racionalidad limitada”, con orientación tribal, marcada por las necesidades evolutivas de supervivencia y que derriba en pensamientos, creencias y actitudes, donde proliferan los sesgos y las conclusiones apriorísticas.

Además, la inteligencia artificial (IA) generativa ha intensificado este panorama, aumentando el volumen y alcance de las campañas con el objetivo de influir en los procesos psíquicos de las personas. La IA hace que sea cada vez más difícil distinguir entre lo real y lo falso a través de deepfakes y otros contenidos, y también puede aprender y adaptar mensajes de forma individualizada, para lograr una micro-intervención y un direccionamiento personalizado de los ataques a nuestros procesos psicológicos.

Patologización inducida del Pensamiento Político

En Venezuela, el impacto de esta nueva forma de guerra es palpable. Por un lado, un sector de la población que se autodefine como “oposición radical” o “verdadera”, evidencia una disposición a apoyar discursos y líderes que promueven sanciones, bloqueos económicos, e incluso una invasión, a pesar de que esto podría significar una tragedia para ellos, sus familias y la existencia misma de nuestra nación.

Esta predisposición ha sido sistemáticamente inducida por mensajes que inducen a la polarización y división de los venezolanos, demonizando al adversario y fomentando posiciones políticas, donde todo vale con tal de derrotar a un “enemigo” qué no existe realmente, pero que es percibido como el causante único de todos los males personales y colectivos del país.

Este patrón de polarización puede observarse no solo en Venezuela, esta presente actualmente en casi todas las disputas político-electorales a nivel global. Y forma parte distintiva del perfil del nuevo militante político de derecha, libertario y anarco-capitalista: confrontativo, fundamentalista, cuyas opiniones se conforman en base a consignas “irrefutables” que defienden con vehemencia y dogmatismo.

En este escenario, el adversario político se convierte en un enemigo personal deshumanizado. Su “eliminación” o “muerte” se percibe de la misma forma que dejar de seguir o bloquear a alguien en una red social. Las recientes declaraciones que asocian al presidente y al gobierno de Venezuela con el narcotráfico son un ejemplo de cómo se utilizan narrativas para patologizar el pensamiento político y deshumanizar al adversario.

Consecuencias de la Patologización del Pensamiento Político

El otro efecto de la Guerra Cognitiva en a Venezuela, afecta ya no solo al sector auto-definido como “oposición radical”, sino que afecta a la gran mayoría de la población. En los últimos años, nuestra sociedad está presenciando la proliferación de fenómenos psicosociales patológicos que antes solo se manifestaban en condiciones de guerra tradicional.

Afecciones como la ansiedad generalizada, el estrés postraumático, la depresión, la mediatización de la percepción de la realidad, las afectividades caóticas y los comportamientos disfuncionales, violentos o de fuga disociativa, se han vuelto comunes en diversos sectores de la sociedad, sometidos a esta guerra por el control de los procesos psíquicos.

Una de las principales estrategias para lograr este dominio psicológico, es la creación de un clima social “pre-bélico” lleno de incertidumbre, casos, desconfianza y miedo, lo que propicia la ruptura del tejido político y social, y de ser necesario, la confrontación violenta entre venezolanos.

– La proliferación de discursos alarmistas e incendiarios.

– La promoción constante de un aparente caos en la vida cotidiana.

– La fragmentación del tejido social y político mediante una polarización inducida.

– La fragmentación de familias por oleadas migratorias provocadas.

– La “balcanización” identitaria nacional de la población.

Son parte de las estrategias del ataque cognitivo que ejecutan contra Venezuela, desde los Estados Unidos de Norteamérica.

Estrategias de resistencia al ataque cognitivo a Venezuela

La psicología política tiene como uno de sus objetivos, despatologizar el pensamiento político de la población, partiendo del entendimiento científico de las motivaciones y percepciones que condicionan el comportamiento de los grupos humanos. La pregunta es: ¿cómo desenredar el complejo nudo psico-social qué ha creado la guerra cognitiva contra el país?

No existe un camino fácil ni preestablecido para hacer frente a estos ataques y es necesario reconocer que pocas son las defensas qué los países han sistematizado para hacer frente a este nuevo tipo de ataques.

Por lo que se hace imprescindible desarrollar “estrategias psicosociales defensivas” que puedan desactivar las técnicas de intervención cognitiva de un enemigo con superioridad de recursos económicos, tecnológicos y bélicos.

Primeramente, antes de cualquier acción de defensa, es crucial reconocer la existencia de estas nuevas formas de guerra y no minimizar los efectos de esta intervención continuada en nuestros procesos psíquicos.

Se hace imperativo, dotar a los ciudadanos de herramientas que les permitan discernir entre la información real y las operaciones psicológicas de manipulación. Así como, desactivar los procesos de polarización Inducida. Lo que permite, crear las bases para “curar las heridas de la guerra” a la que hemos sido sometidos todos los venezolanos.

Para lograrlo, es vital:

– Impulsar y fortalecer espacios de mediación y diálogo comunitario para abordar conflictos comunes y reconstruir la confianza.

– Demostrar que la convivencia y la colaboración son posibles, fomentando la unidad en pro del bienestar común y la defensa de los intereses nacionales.

– Avanzar en la consolidación de un nuevo tejido político, social y económico que supere las idealizaciones identitarias del rentismo petrolero y la dependencia económica.

– Recuperar la memoria histórica del pueblo y despolarizar las identidades políticas.

– Generar un proceso de reconstitución del tejido político, que unifique en torno la idea de la acción colectiva para el desarrollo productivo, el bienestar económico y la prosperidad de la nación.

La Guerra Cognitiva nos ha dejado heridas profundas. La patologización del pensamiento político, impulsada por agendas externas, ha fragmentado nuestra sociedad y ha desviado nuestra atención de nuestros verdaderos desafíos como país.

Es momento de reconocer la relevancia de esta batalla que se libra en nuestras mentes, y que la victoria solo será posible si nos unimos en torno proyecto de país soberano y prospero económicamente. Al fortalecer nuestro pensamiento crítico y reconstruir lazos de confianza, no solo sanaremos las heridas del pasado, sino que también construiremos un futuro de paz y bienestar para todos.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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