Ahora, cuando Brasil y Argentina vuelven a actuar en conjunto, firmando varios convenios y afirmando sus identidades políticas, se proyectará el verdadero peso de esa alianza.
La conciencia de la importancia del vínculo entre Brasil y Argentina de parte de los Estados Unidos venía ya de los tiempos de Vargas y Perón. Ya en aquel momento hubo operaciones raras para introducir conflictos entre los dos líderes.
En el momento de la renegociación de las deudas externas de los países del continente, EE.UU., más el FMI, trataron siempre de impedir que Argentina, Brasil y México se articularan, para actuar de forma coordinada. Eran impresionantes las fotos de todos los acreedores de un lado en una mesa del Club de París y del otro, solitos, los representantes de cada país deudor.
Durante la dictadura militar, Brasil pasó a ser el aliado privilegiado de EE.UU. en el continente. Carlos Menem intentó contrarrestar esa situación, con la política de acercamiento con los EE.UU., a la que llamó de relaciones carnales.
Con el establecimiento de la alianza estrecha entre los dos países, desde el histórico abrazo de Néstor Kirchner y Lula, Brasil y Argentina han pasado a desempeñar el rol de eje de los procesos de integración regional.
El continente ha pasado a vivir un período de integración, de democracia y de gobiernos anti-neoliberales. Que ha tenido momentos de ruptura y de retorno, incluso en Argentina y en Brasil.
El retorno de Lula a Argentina como presidente de Brasil ha abierto una nueva era en las relaciones entre ambos países, como ha destacado Lula. Una nueva era abierta por los convenios establecidos entre los dos gobiernos y con un documento político de afirmación de sus términos. Así como convenios sobre la economía, sobre la ciencia y tecnología, sobre relaciones internacionales y sobre otros temas, como salud.
Asimismo, el encuentro, además de marcar el retorno de Brasil a la Celac, le sirvió a Brasil para disculparse de las groserías que habían sido dirigidas al presidente argentino, así como para asumir como cuestión actual los entendimientos para la creación de una moneda común para los intercambios comerciales entre los dos países. La región empezaría a sumarse a un proceso internacional ya iniciado de desdolarización de las relaciones comerciales. Tan solo Perú y México se han pronunciado críticamente contra el proceso de concebir una moneda común. Cada uno con sus propias razones. Perú, por una posición políticamente retrasada, de defensa de las monedas nacionales. México porque, por su inserción, está condenado a un vínculo con el dólar, al punto que no fue influido en el proyecto original, que se refiere a América del Sur.
La reunión de los 33 países de la Celac fue un gran acontecimiento político, marcado, antes que nada, por el retorno de Brasil. En segundo lugar o al mismo tiempo, marcó también el retorno de Lula, que ha vuelto a asumir su rol de más grande líder político de América Latina.
EE.UU. desestimó el éxito de la reunión de la Celac, emitiendo un documento donde trataban de afirmar que la finada OEA es la que representa a todos los países del continente. Sin embargo, la Celac ya ha ocupado ese lugar, de forma irreversible.
La reafirmación del eje de la alianza Argentina Brasil se ha consolidado por los acuerdos firmados entre los dos países, que proyectan una interdependencia a largo plazo. Ambos países asumen así el liderazgo de los procesos de integración latinoamericana. Lula se ha referido, además de la Celac, al Mercosur y a Unasur, que constituyen un sistema conjunto de integración latinoamericana.
La nueva era, iniciada por la reunión de la Celac proyecta un proceso de integración regional ahora no solamente política, sino también económica, con los debates sobre la construcción de una moneda común. Y la marca de la alianza hermana y estratégica entre Argentina y Brasil.
EMIR SADER