Argentina país fanático | Por: Alberto Aranguibel

Si algún rasgo expresa cabalmente la naturaleza disfuncional de un pueblo, es su carácter apolítico, por una parte y, por la otra, la cultura del fanatismo hacia cualquier objeto de adoración que decida adoptar como suyo.

Argentina es una sociedad cerebralmente consumida por ambos rasgos.

Los argentinos deliran hasta el más irracional paroxismo por un equipo de futbol (máximo objeto de adoración en ese país) por el que pueden llegar incluso a poner en riesgo su vida en una refriega entre fanáticos, hasta por la más insignificante diferencia de opinión acerca de una jugada o un jugador en específico.

Su pasión por el balompié llega a extremos tan delirantes, que su forma de expresarse en las disertaciones sobre cualquier tema (religioso, político, cultural, o sobre la más simple cotidianidad) se desarrolla siempre apelando a metáforas o a anécdotas surgidas del ámbito futbolístico.

En cuanto a lo político la escasez de ideas no es diferente. Su reflexión al respecto está siempre referida a frases de campaña o clichés al mejor estilo de los eslogan televisivos, inoculados las más de las veces por el medio de comunicación argentino que ha convertido el periodismo de opinión en una verdadera batalla de mercenarios contra analfabetas funcionales, en la que es imposible distinguir entre unos y otros.

De esa forma se ha ido desarrollando en esa nación una sociedad políticamente inmadura, sin referentes políticos ni de liderazgo creíbles, cada vez más creyente en el disparate de la alternancia electoral entre propuestas de supuesto signo opuesto entre sí, pero que a la larga no son sino lo mismo desde un punto de vista estrictamente ideológico.

Por eso en Argentina cuando hay elecciones las distintas toldas se presentan con un nombre cada vez más rebuscado y efectista pero con muy poco arraigo. El llamado peronismo, que en otro tiempo fue una fuerza claramente definida como revolucionaria, tiene hoy tantas versiones como opciones hay en un menú de comida china.

La derecha, por su parte, no es nada distinta. En su caso el juego de “Juntos por la Patria”, “Unidos para Vencer”, “Reencontrados para la unión”, y todas las formas imaginables de combinaciones fraseológicas de relativa efectividad electoral, están a la orden del día.

 

ALBERTO ARANGUIBEL

@SoyAranguibel

ÚN.


 

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