Ante el auge de las protestas antirracistas en la ciudad de Kenosha, EE.UU., el presidente Trump repite la dosis polémica de enviar refuerzos federales para aplacar las manifestaciones.
La localidad de Wisconsin dejó de estar tranquila el pasado domingo, cuando un joven de 29 años fue baleado por la policía. El muchacho afroamericano Jacob Blake sobrevivió milagrosamente al hecho, pero desencadenó la ira popular contra la brutalidad de los cuerpos de seguridad.
La situación se tornó más aguda en Kenosha este martes cuando se reportaron 2 nuevos fallecidos durante las manifestaciones. De acuerdo a los reportes de medios locales y videos en las redes sociales, el atacante es un civil armado y no la policía.
Estado de emergencia
Ante este panorama de sobresalto, el gobernador de Wisconsin declaró el estado de emergencia e informó del despliegue de efectivos de la Guardia Nacional para restituir el orden.
En este mismo sentido Trump confirmó el envío de fuerzas federales como hizo hace un mes en Portland; una fórmula que resultó ser una decisión tan imprudente como querer extinguir el fuego con gasolina las protestas antirracistas.
Adicional a esta medida, el presidente estadounidense volvió a cargar contra las protestas como una saga de violencia que no estaba dispuesto a permitir. Y añadió desde su plataforma favorita, el Twitter, que «todo esto es una provocación peligrosa de la extrema izquierda”.
Quien no parece ser un militante de la extrema izquierda es el joven de 17 años detenido por la muerte de las dos personas que protestaban este martes en Kenosha.
Las autoridades identificaron al joven como Kyle Rittenhouse, para quien existe un polémico beneficio de la duda. La policía investiga si disparó para proteger negocios y comercios que podían ser saqueados.
Kyle Rittenhouse se retiró tranquilamente del lugar ante la mirada apacible de la policía que no le detuvo después de disparar el martes.