Hoy, 26 de Junio, junto al Presidente Nicolás Maduro, el mundo libre celebra los 112 años del nacimiento del primer hombre que logró vencer, por la vía electoral, los planes imperialistas de Estados Unidos sobre América Latina: Salvador Allende.
Recordamos al Líder de la Patria Grande, Salvador Allende. A 112 años de su natalicio, el espíritu de lucha y de esperanza que mantuvo durante su vida ha despertado en millones de hombres y mujeres que decidieron rebelarse a las injusticias y desigualdades del sistema neoliberal. pic.twitter.com/fRFsqzxrpV
— Nicolás Maduro (@NicolasMaduro) June 26, 2020
Allende, médico cirujano, transitó una amplia carrera política que incluyó su participación en la Asamblea Nacional como diputado de la República, ministro de Salubridad (1939-1942), 4 veces senador y presidente del Senado (1966-1969).
También se postuló a la presidencia de su país en cuatro ocasiones, resultando al fin electo en 1970.
Su única arma para ganar las elecciones fue la verdad al pueblo y un programa que logró agrupar los intereses de varios partidos democráticos de la época.
No hizo un golpe de Estado. No pidió a Rusia o China que invadieran a Chile para derrocar a la derecha. Por la vía democrática participó hasta conseguir el reconocimiento como máximo líder de su nación.
A su llegada al poder, se concentró en dar cumplimiento al compromiso electoral, tomando como primera medida la nacionalización de la principal industria del país, el cobre.
Además, con Allende se avanzó en la estatización de las áreas «claves» de la economía (luego de que distintas empresas nacionales se sumaran a prácticas de acaparamiento y fuga de capitales); aceleración de la reforma agraria; congelamiento de los precios de las mercancías ante el ataque a la moneda nacional; aumento de los salarios de todos los trabajadores; pagándolos con emisión de billetes y modificación de la constitución y creación de una cámara única.
Estas acciones hicieron despertar el odio de las oligarquías locales quienes, azuzadas por las transnacionales, se negaban a perder sus privilegios. Empezaba así la conspiración contra el “comunista” Allende.
Para ello, el gobierno de los Estados Unidos, con Richard Nixon y Henry Kissinger al frente, iniciaron acciones de boicot económico y el financiamiento de organizaciones internas para frenar el avance de la revolución.
Ante esta arremetida, China, Rusia y algunos países de Europa del Este extendieron su mano, ofreciendo apoyos económicos, políticos y militares.
Gracias a estas ayudas, el gobierno chileno pudo seguir adelante en sus proyectos, en especial los dirigidos a fortalecer el sector agrícola nacional.
En este escenario, el imperialismo no tenía ninguna oportunidad electoral contra el gobierno porque, con Allende, el pueblo humilde de Chile se hizo parte de la vida política y económica del país.
El partido generó vínculos con los trabajadores y promovió la organización territorial. Conoció el trabajo planificado y la distribución de las riquezas y, sobre todo, entendió que su pobreza era el resultado del descarado despojo del fruto de su trabajo.
Pero la presión continuó y encontró en el ala militar chilena, ejército formado por sectores elitescos de la sociedad, el talón de Aquiles.
Fidel Castro, durante su visita a Chile, dudó justamente de la opción pacífica de Allende, y en el acto de despedida, señaló:
«No veníamos a aprender cosas caducas en la historia… ya aprendimos bastante de las libertades burguesas y capitalistas».
Agregó: «No estamos completamente seguros que en este singular proceso el pueblo chileno haya estado aprendiendo más rápidamente que los reaccionarios»».
Como una sentencia, se desarrollaron los hechos posteriores a su visita y el 3 de noviembre de 1970, la oposición nacional y transnacional logra su cometido, derrocando al primer presidente socialista, electo democráticamente.
Lograron por la vía militar, regando la sangre del pueblo chileno, lo que no podían alcanzar por la vía democrática, quedando en evidencia para la historia.
Entre las desgracias que debió vivir el pueblo chileno, además de la más cruel represión producto de la dictadura de Augusto Pinochet, estuvo un nuevo despojo de sus recursos.
El dictador Pinochet autorizó el pago de 250 millones de dólares solamente a la empresa Anaconda, propiedad de las familias Rockefeller y Rothschild, como supuesta indemnización por las pérdidas durante el período socialista.
La verdad fue que Allende logró demostrar que sólo por la vía de evasión de impuestos, estas y otras transnacionales, le debían millones de dólares Chile.
A partir de este momento, esta heroica nación mantiene en su corazón la esperanza de recuperar las riendas de sus destinos, hoy hundido en la más penosa situación, al mando de esa misma derecha golpista.
Chile hoy, con el hijo de Pinochet al frente: Sebastián Piñera
El gobierno de Piñera ha convertido a Chile en el hazme reír del mundo, por los niveles de sumisión ante los intereses norteamericanos y europeos.
También hizo de “los carabineros” el símbolo de la represión, muerte y desapariciones de estudiantes y líderes sociales que protestan a sus medidas neoliberales.
Según el informe de la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas (ACNUDH) para los Derechos Humanos de diciembre de 2019, durante las manifestaciones:
“Se ha producido un elevado número de violaciones graves a los derechos humanos”. “Incluyen el uso excesivo o innecesario de la fuerza que resultó en la privación arbitraria de la vida y en lesiones, la tortura, malos tratos, la violencia sexual y las detenciones arbitrarias”.
Ni hablar del lamentable saldo de 5.068 fallecidos al día de hoy, producto del manejo irresponsable de la coyuntura de la pandemia, ocasionada por el virus covid-19.
¿Qué sería hoy de Chile si los sueños de la salud pública, educación para todos y economía en manos de las y los trabajadores, del “comunista” Allende, habrían seguido su curso?