El modelo de crecimiento económico venezolano que históricamente ha venido operando, desde que se materializó la transición de la Venezuela agrícola mono exportadora al modelo rentístico petrolero, atraviesa una profunda crisis. Esta situación converge de forma simultánea con los efectos devastadores del covid-19 y el criminal bloqueo financiero, comercial y económico que nos impone el Gobierno de Estados Unidos, lo que agrava de forma significativa el complejo cuadro existente.
En virtud de ello, se abre una vez más en la historia económica y política del país un intenso debate que podemos resumir en dos posturas: 1) Hay quienes plantean el agotamiento definitivo del capitalismo rentístico, producto del fin del petróleo como principal fuente de energía. Consideran necesario promover la industrialización de las fuerzas productivas, reformulando el modelo de crecimiento económico con participación de capital privado e inversiones extrajeras, reglas claras y un Estado fuerte como principal garante de los intereses nacionales.
2)Otros, coinciden con los primeros en la necesidad de industrializar las fuerzas productivas, seleccionando sectores económicos alternativos al petróleo. Las áreas serían escogidas según las ventajas inherentes a cada uno de ellas, mientras que se aprovechan los recursos que pueda obtener el país por la venta de petróleo, a fin de apalancar el desarrollo y consolidación de las nuevas actividades productivas.
Indiscutiblemente en algún momento de la historia, el petróleo dejará de ser la principal fuente de energía. No obstante, aún es prematuro afirmar que hemos llegado a ese punto. Todo pareciera indicar que estamos ante una situación coyuntural. En todo caso, el carbón en algún momento fue lo que es el petróleo hoy día. Y en el momento en que uno sustituyó al otro, el combustible carbonífero se convirtió en una fuente de energía secundaria.
Actualmente, aún existe una demanda significativa en los mercados internacionales, lo que garantiza una fuente de ingresos a los países que aún comercializan carbón. De tal forma, que cuando aparezca una nueva fuente de energía distinta al petróleo, el país gozará de una ventana de tiempo para proseguir la comercialización de las reservas de petróleo.
Parece absurdo pensar en un proceso de industrialización de las fuerzas productivas sin tomar en cuenta el sector petrolero. De lo que sí estamos seguros es que el modelo de acumulación del capitalismo rentístico, se aproxima a una crisis fatídica mensajera del fin. Es decir, vivir exclusivamente del petróleo es inviable en esta nueva etapa del país. Es un gran reto, porque no se puede borrar de un plumazo casi un siglo de historia y proceder en que el petróleo se constituyó en base y motor de nuestro sistema económico. Tenemos por delante una exigente tarea, que va más allá de lo económico, ocupando espacios en lo político, social y cultural. Sólo así podremos desmontar, progresivamente, la mentalidad rentista anidada en el ADN sociocultural de nuestra población durante décadas.
No basta con presentar una estrategia económica que apunte a la industrialización, el éxito estará sujeto a la capacidad de integrar esa estrategia con una visión integral de país. Ello nos permitirá avanzar hacia un modelo de sociedad que produzca riqueza –en el sentido del pensamiento económico clásico– y su distribución equitativa, en función del aporte que haga cada quien con su trabajo. Esto en el marco de un Estado que vele por los intereses del colectivo, sin distinciones de ninguna índole, pero sobre todo con el ojo puesto en los más vulnerables.
ELIO CÓRDOVA ZERPA