Por: Earle Herrera
Al legado de Chávez le salen los defensores más estrafalarios, desde la vicepresidenta de Colombia hasta el emisario de Trump para Venezuela, Elliott Abrams. En el país, el primero en romper lanza por la herencia histórica del comandante fue Henrique Capriles, cuando de candidato siguió el consejo del casanova político Julio Borges: “hay que enamorar chavistas”. No le funcionó, pero Abrams jura que él es más seductor.
Los ex funcionarios chavistas que hoy son aliados de los enemigos de Chávez se declaran depositarios de su legado. Unos se autodenominan “originarios” y otros “disidentes”, vaya usted a saber la diferencia. Ignoro en qué grupo se ubica el vomitivo Almagro, pero también ha defendido, faltaba más, el legado de Chávez.
En esta competencia de escalar el palo ensebado del cinismo, Elliott Abrams les está ganando fácil. Quizás los politólogos expliquen que esa ventaja radica en lo inesperado de su defensa del comandante bolivariano. El sombrío heraldo de Trump declaró que el gobierno de Maduro estaba acabando con el legado de Chávez. No sé si fue una denuncia o un lamento lo que salió de su jeta imperial, pero me persigné.
El viraje rojo rojito de Abrams no se conforma con colocarse “del lado correcto de la historia”, como dicen desde carmonistas, salta talanqueras, disidentes, originarios y guarimberos, hasta traidores y desertores, no. Abrams va más allá y arrebatado por el duende de la generosidad y la amplitud, tiende una mano a los revolucionarios: “El PSUV –dice- debe tener un espacio en la reconstrucción de Venezuela”. Por poco declama “cultivo una rosa blanca”, para la eterna sorpresa de Martí.
Uribe salta: ¿Cómo así? Recordemos que una mano igual de “generosa” se la tendió la oligarquía colombiana a la Unión Patriótica, alianza que creó la FARC para incorporarse a la vida legal. Una vez desarmada y pacificada, entre paracos y milicos le asesinaron 400 dirigentes y unos 5.000 militantes. Tarde aprendió la UP que ni la élite cachaca ni el complejo industrial militar gringo tienen palabra. En la mano tendida de Abrams no cree ni Trump. Los imperios no siembran flores sino tumbas. Y el legado de Chávez es un campo infinito de rosas blancas martianas, solo cultivadas por su pueblo y regadas con los versos sencillos del apóstol.
Publicado en: http://www.ultimasnoticias.com.ve/seccion/opinion/