Por: Régulo Boscán
«Hoy me importan un bledo los pobres, los trabajadores, los campesinos, todos, porque los que dan trabajo no son ellos, sino los ricos, quienes más tienen, los dueños de las empresas. A ellos el gobierno debe apoyar. No a los pobres y a los vagos». Ahora pertenezco a la exitosa «clase media» venezolana, y eso se lo debo gracias a mis esfuerzos”.
José X: venezolano “de clase Media” retratado por Basem Tajeldine.
La extraña situación mundial es una compleja amalgama de propósitos y despropósitos. No cabe duda de que el covid-19 ha servido entre otras cosas, para exponer sin tapujos ni eufemismos la enorme desigualdad social en una civilización cuyo norte, por desgracia, parece estar centrado en la superficialidad y la arrogancia, y gobernado desde el capitalismo más brutal y despiadado de toda la historia.
¿Cuántos “Hércules” C-130 de la Fuerza Aérea Norteamericana han despegado de las bases a rescatar estadounidenses varados en otros países en medio de la pandemia? La respuesta es: Ninguno. ¿Cuántos Boeing 767 Brasileños han salido a socorrer a los paisanos menos afortunados? Ninguno. ¿Cuántos aviones C-295 de la Fuerza del aire colombiana han gastado combustible para ir a buscar a sus connacionales a lo largo y ancho del continente? Pues ninguno.
Y el contraste es odioso pero indispensable. 10 aviones Embraer C130 y un Airbus 340 de la aerolínea venezolana Conviasa, han realizado ya 42 vuelos para traer de regreso al país a todos los venezolanos que, en medio de la amenaza por el covid-19, se han visto desalojados, perseguidos y humillados o han tenido que soportar el confinamiento sin poder salir a ganarse el pan diario, pues la inmensa mayoría, se dedica a actividades propias de la economía informal. Venezolanos que han sido excluidos de todas las ayudas de contingencia, como lo han hecho Duque en Colombia y Bolsonaro en Brasil, ordenando de manera expresa: evitar el auxilio a los migrantes.
Para darle a la historia mayores ribetes de heroísmo, debe tomarse en cuenta que Conviasa se enfrenta a un bloqueo que dificulta su sobrevuelo por ciertos espacios aéreos, negándosele además, el reabastecimiento de combustible.
La traición de la clase media
La clase media venezolana fue despiadadamente envenenada por el poderoso aparato mediático de la derecha, era necesario destruir cualquier apoyo que pudiera surgir en ese segmento social, pues los más pobres se identificaron ampliamente con Hugo Chávez desde su llegada al poder. Las razones son comprensibles y no exigen ningún estudio superior en sociología para poder digerirse. Chávez tomó a los más desposeídos y les hizo subir de nivel, les hizo migrar de clase social, garantizando su calidad de vida, el acceso a un sistema educativo de calidad, una alimentación balanceada y a bajo costo, la tenencia de una vivienda y la posibilidad de tener una identidad bancaria y de poder acceder a créditos y financiamientos.
Pero así como hemos señalado elementos que demuestran cómo los pobres han sido atendidos por el gobierno bolivariano, y de allí el apoyo de este sector al proceso que lideriza hoy Maduro, es necesario también indicar que sectores de la clase media han sido, junto a la burguesía, los de mayor enfrentamiento al gobierno bolivariano. Si bien, la clase media ha sido favorecida con la eliminación de créditos indexados, medidas concretas en defensa de las víctimas de la llamada estafa inmobiliaria, la baja de intereses para tarjetas de crédito, créditos balón, facilidades de créditos para empresas y microempresas, créditos para vehículos y asignación directa de viviendas para profesionales, no hay la menor duda de que la crisis económica en Venezuela ha afectado más a la clase media que a los pobres.
Veinte años después, una oposición frustrada, derrotada políticamente, le reclama a la población, en medio de la mayor crisis económica, que reciba los perniles del gobierno, las cajas Clap o los bonos del carnet de la Patria. Esta misma oposición le reclama a la gente el no sublevarse contra el gobierno, el no “salir a la calle”, le increpa por su aparente “indiferencia” o “conformismo”. La oposición es parte de una tradición de pensamiento que concibe a la clase media como un actor central de cambio, incomprendido por los sectores populares, atrasados, ignorantes, retrógrados, clientizables.
Una clase media “recién construida” por Hugo Chávez, que traicionó a su mayor benefactor en toda la historia política venezolana, olvidando de dónde habían salido, y quién había permitido que llegaran hasta aquí. Una clase media que prefiere ignorar que solo en revolución se han diseñado políticas públicas de inclusión social, que en sus inicios lograron bajar los índices de pobreza, diferenciadas por el Instituto Nacional de Estadísticas (INE) como: pobreza coyuntural por ingresos desde 1999 al 2013, del 16,9% al 8,8%; mientras que la pobreza estructural por necesidades básicas insatisfechas desde 1999 al 2013 bajo del 9,9% al 5,5%, pero que en el 2014, gracias a los certeros ataques de la derecha mundial, sube a 7,1%9. El coeficiente Gini desde 1998 al 2013 está más cerca de la línea de distribución de la riqueza de 0,486 a 0,39810; mientras que el Índice de Desarrollo Humano aumentó en el 2012 a 0,07711.
En enero del 2014, comenzaron en el país una serie de actos violentos llamados “guarimbas”, protagonizados por grupos estudiantiles y parte de la llamada sociedad civil, que luego fue abanderado por líderes de oposición, Leopoldo López, María Corina Machado y Antonio Ledezma, mediante una consigna: “La Salida”. Casi tres meses de enfrentamientos entre bandas violentas de los sectores opositores y la Guardia Nacional, dejó muertos, heridos y políticos presos. Pacificado el país, comenzó una grave crisis económica de desabastecimiento de los productos de la canasta básica, largas filas para comprar alimentos, racionamiento y el gobierno intentando detener a los sectores opositores de guerra económica contra el pueblo venezolano. Controlado el desabastecimiento, el ataque se centró entonces en destruir el sistema financiero y el valor del Bolívar, desangrado frente a un dólar criminal que asciende día a día, y al que por desgracia están atados precios de bienes y servicios.
Y sin duda, una certera estocada fue convencer a la clase más perjudicada (la clase media) de que solo el Gobierno de Maduro es el responsable de esta crisis, y de que Maduro está incapacitado para gobernar al país, además que mientras se encuentre en el poder, nadie tendría ninguna oportunidad de progresar y de ver sus sueños cumplidos. De esta manera, alentados por el discurso “neurotóxico” de la dirigencia opositora, millones de venezolanos abandonaron su patria, sus hogares y familias, para armar uno de los fenómenos migratorios más curiosos de los últimos años. La oposición, rebosante de alegría, ha utilizado este fenómeno como un argumento recurrente para demostrar la “tiranía e incapacidad de Maduro”. El discurso de los disociados es homogéneamente venenoso, altamente ponzoñoso y resistente al antídoto.
Pero la justicia nunca demora su aparición. Dice el refrán popular que “tarda pero siempre llega”. Si los migrantes venezolanos ya la tenían difícil antes de la aparición de la pandemia, es fácil suponer cuán dura se tornó la situación de miles de compatriotas abandonados a su suerte, perseguidos y satanizados hasta niveles de inconcebible crueldad. Baste mirar el incidente de una cisterna atropellando a un grupo de venezolanos que regresaban a pie desde Perú. En medio de un absoluto silencio del gobierno peruano y de ningún esfuerzo por ayudar a nuestros compatriotas.
Con frecuencia comentarios como este resonaron en nuestros oídos: “reconozco que con este gobierno finalmente obtuve lo que quería: la propiedad de mi apartamento que unos banqueros estafadores pretendían quitarme y salí de esa eterna deuda a la que me sometían los créditos indexados; compré un vehículo. – seguramente un Chery o un Centauro-; equipé mi hogar -seguramente con el plan «Mi casa bien equipada»-; mis padres recibieron su pensión; también viajé al exterior en varias ocasiones, – probablemente llevó a toda la familia para raspar el cupo CADIVI y revender esos dolares en el país. Un negocio redondo-; mis hijos obtuvieron becas… y pare usted de contar.
Hoy regresan con “las tablas en la cabeza”, pero al menos pueden regresar. El “paraíso” que metieron en sus cabezas no existe. Es un artificio sentimental. Hoy es Maduro quien hace a un lado la traición y el desmedro para salir a cruzar los aires y las fronteras en busca de nuestra gente. El que tenga ojos…
Régulo Boscán
@logicalchavez