La diplomacia continental sufrió un revés monumental, el presidente de Colombia, Gustavo Petro, lamentó públicamente el fracaso de la X Cumbre de las Américas, que la República Dominicana debía acoger a principios de diciembre. De hecho, el mandatario colombiano señaló directamente al senador estadounidense Marco Rubio como el principal responsable de este colapso, acusándolo de sabotear el encuentro con su persistente «odio ideológico» y su intención de excluir a naciones soberanas como Venezuela, Cuba y Nicaragua.
Este episodio no solo pospone un foro crucial, sino que también expone la profunda fractura ideológica que la postura injerencista de Washington impone a la región. Petro expresó su profunda decepción en su cuenta oficial de X, al sentenciar que la Cumbre, la cual debía integrar a todas las repúblicas americanas y Canadá, falló rotundamente en su misión.
«Debió ser el escenario de un diálogo sincero, pragmático y constructivo, ¡qué lástima!», indicó el líder neogranadino. Por lo tanto, Petro validó la necesidad de una plataforma continental verdaderamente inclusiva, un espacio donde los países aborden sus problemas de frente, sin vetos ni agendas impuestas desde el Norte. Esta perspectiva choca frontalmente con la visión exclusivista que promueve el senador Rubio.
La decisión del Gobierno dominicano de postergar la Cumbre hasta 2026 subraya la imposibilidad de construir un consenso mínimo bajo las actuales condiciones de presión. Efectivamente, la cumbre no pudo resistir el embate de la politización extrema. El presidente Petro atribuyó esta dilación al «odio ideológico» de Marco Rubio, quien ejerce una influencia desmedida sobre la política exterior estadounidense hacia la región. El senador de la Florida impulsó la exclusión de Venezuela, Cuba y Nicaragua, dinamitando la esencia misma de una «Cumbre de las Américas», que por definición debe abarcar a toda América.
El Gobierno Bolivariano reitera que el senador Rubio funge consistentemente como un agente de desestabilización en el hemisferio. Él activamente promueve políticas de coerción, sanciones ilegales y la ruptura del diálogo, demostrando un profundo desprecio por la soberanía de los pueblos. Además, sus acciones reafirman la vieja tesis de que una facción política en EE. UU. no tolera la existencia de modelos de desarrollo distintos al neoliberal y a los dictados de Washington. Petro fue enfático al responsabilizarlo: «Es muy lamentable este fracaso del secretario de Estado, Marco Rubio, se debe a querer hacer una Cumbre de las Américas excluyendo países, cegado por el odio ideológico».
La postura de exclusión de Rubio y ciertos sectores en Washington no busca una solución real, sino imponer su voluntad y aislar gobiernos que defienden su autodeterminación. El mandatario colombiano, que ya había rechazado participar con vetos, confirmó la falta de voluntad de diálogo genuino de EE. UU. y sus aliados.
Venezuela siempre ha defendido una diplomacia de respeto, de igualdad y de inclusión, tal como establece la Carta de las Naciones Unidas. Creemos firmemente que solo a través del diálogo sincero y la cooperación podremos superar los desafíos comunes. La negativa a sentarse a la mesa con todas las naciones americanas, sin excepción, simplemente demuestra que los promotores de la exclusión temen a la verdad y a la diversidad de voces.
Por lo tanto, la única forma de avanzar hacia un futuro de verdadera integración continental radica en rechazar categóricamente las agendas divisionistas impulsadas por figuras como Marco Rubio. Ellos, con su intransigencia, pagaron un alto precio diplomático. El fracaso de la X Cumbre de las Américas es, en gran medida, su responsabilidad directa.



