El encuentro de Putin y Trump o la Rendición de Breda | Por: David Gómez Rodríguez

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El encuentro de Putin y Trump o la Rendición de Breda | Por: David Gómez Rodríguez

«La rendición de Breda» (1635), una de las obras maestras del pintor español Diego Velázquez, retrata el acto de entrega de las llaves de la ciudad holandesa de Breda al general español Ambrosio Spínola tras un asedio de nueve meses que culminó el 5 de junio de 1625 en el marco de la llamada guerra de los 80 años. La pintura más allá de destacar los horrores del bloqueo o la humillación del vencido, coloca en primer plano un gesto de respeto entre enemigos: Spínola inclina su cuerpo, casi en forma de reverencia, para recibir las llaves de Breda por parte de Justino de Nassau, el líder holandés que comandó también tropas de sus aliados ingleses. Ambos ejércitos observan en calma el acontecimiento histórico que relató el propio Spinola a Velázquez, lo que nos hace concluir que esta obra no solo es arte, sino que también es un documento de carácter histórico donde ya se refleja la importancia de la propaganda política y el manejo del relato como un campo del que el arte y la ciencia de la guerra también hacen uso.

Es de destacar que el enfoque dado por Velázquez a la obra humaniza a ambos bandos, sin embargo, esto no es resultado de la verdad o de la inocencia, por lo contrario, guarda una intención que resulta políticamente positiva para el bando ganador. Esta artimaña propagandística que se sirve del arte y de la política nos devela una analogía que calza perfectamente para analizar la compleja relación que mantienen hoy los presidentes Donald Trump y Vladimir Putin, relación que está marcada por una tensa cordialidad pública, intereses estratégicos encontrados y una ambigüedad calculada a la hora de abordar temas específicos que atañen a la economía, la geopolítica y la guerra, especialmente la que se desarrolla en Ucrania.

En “La rendición de Breda”, Velázquez idealiza la guerra como un acto caballeresco, donde el vencedor evita la humillación del vencido. Trump y Putin han replicado esta dinámica en su retórica pública. Trump, por ejemplo, ha elogiado repetidamente a Putin y lo ha categorizado como un «líder fuerte», esto ha sucedido incluso en medio de tensiones diplomáticas como la generada por las investigaciones por injerencia rusa en las elecciones norteamericanas de 2016. Como Spínola y Nassau, ambos líderes siempre posan con sonrisas y gestos de respeto, sabiendo que caminan sobre una grieta que es capaz de dividir la historia y cambiar definitivamente el orden mundial. De esta forma, trayendo la situación al mundo real, muy a pesar de la cordialidad, el protagonista de la obra no debería ser la “caballerosidad” sino el humo que se elevaba como símbolo de la destrucción, la miseria y la muerte que han dejado los choques entre los ejércitos. Esta distorsión sobre la realidad no sucede solo en el cuadro de Velázquez, el mejor ejemplo es la realidad misma, pues la guerra que se ha librado en los últimos tres años entre Rusia y la OTAN en territorio ucraniano, parece tener como protagonistas a los lobbys y no al pueblo que sufre por las decisiones que se toman bajo una lógica imperialista. Finalmente, Rusia ha ganado terreno, pero el asedio es más que militar, pues como Nassau, Zelensky quedó atrapado en un asedio que es político y que viene más de parte de sus propios “aliados”.

La obra de Velázquez sugiere una resolución clara del conflicto, pero en la relación Trump-Putin, la «rendición» es ambigua y asimétrica. Putin logró debilitar la fuerza y la credibilidad de la OTAN y en el proceso ha ganado territorio en Ucrania, fortalecido su economía, elevado su popularidad y consolidado relaciones con potencias como China. Muy a pesar del discurso rusofobo de los líderes de occidente y de la cancelación de los medios de comunicación globalizados, Rusia viene ganando la guerra y celebra este escenario negociando a espaldas de Ucrania y de Europa el futuro del conflicto, que no devendrá en una paz absoluta y duradera, pero sí en una repartición de mercados y rubros que fortalecerán la economía norteamericana al tiempo que golpeará la fuerza de la OTAN y el futuro de Ucrania ¡Mal paga el diablos a quien bien le sirve… Pobre Zelensky! Que en 2022 dijo ocultando las esvásticas «No necesitamos una montaña de armas, necesitamos una montaña de respeto». Sin embargo, la historia lo está escupiendo gracias a aquellos que le prometieron respaldo incondicional, pero ese respaldo “a medias” hoy se mide en tierras raras y condiciones de capitulación.

Los aliados europeos de EEUU han criticado la tibieza de Trump hacia Rusia, especialmente tras el envenenamiento de Skripal (2018), pero hoy el mundo observa atónito un escenario más dramático, casi telenovelesco, pues Trump no solo procura negociaciones con Rusia, sino que ha llamado a Zelensky “dictador” y aunque la anexión de Crimea a Rusia, los ciberataques y la expansión de la OTAN siguen siendo puntos críticos en la relación entre EEUU y Rusia, esta relación parece reconfigurarse de una manera tan radical como la relación de EEUU y Venezuela, por lo menos así es en estos primeros meses de gobierno del magnate rubio.

La guerra no parece tener un punto de conclusión, pero está claro que no se trata de la relación entre Rusia y Ucrania, el conflicto es mucho más complejo y global. Como en la guerra de los 80 años que dio origen al asedio de Breda, la intervención de las potencias extranjeras prolonga la guerra, ya que cada una proporciona apoyo militar y financiero según sus intereses. Es importante destacar que ya no se trata de guerras con lanzas, sino que por lo contrario son guerra híbrida, que incluyen los bloqueos económicos, el espionaje, la desinformación y el ataque cultural. Entonces, mientras “La rendición de Breda” inmortaliza un momento de clausura simbólica, la relación Trump-Putin representa una negociación mucho más compleja, donde las «llaves» del poder nunca se entregarán del todo, ni los ejércitos estarán expectantes. La pintura de Velázquez, al glorificar la caballerosidad, oculta las brutales realidades de la guerra; de manera similar, la diplomacia pública entre Trump y Putin procura enmascarar la pugna por el control del orden global.

Finalmente, mientras Velázquez idealiza el fin de la guerra como un acto de caballerosidad, la relación Trump-Zelensky-Putin revela una geopolítica sin ética, donde la presión, la desinformación y los intereses personales sustituyen a los intereses supremos de la humanidad. Por otro lado, Zelensky, a diferencia de Nassau, no recibirá un gesto de dignidad, ni de sus enemigos ni de sus aliados, sino un ultimátum entre la sumisión a Rusia, que ya no tiene contemplaciones, o la dependencia total de un derrotado Occidente. Organizando el encuentro entre los titanes, Trump, lejos de ser un Spínola moderno, actúa como un oportunista pragmático, y Putin, sonreído, dirá “Это наша победа” o podrá decirlo es español, al estilo de Pedro Calderón de la Barca, en su obra “El sitio de Breda”:

¡Y plegue al cielo que llegue
a serlo el mundo rendido
desde levante a poniente!

 

 

David Gómez Rodríguez


 

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