El actual presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, no solo es el candidato preferido de los venezolanos para las elecciones presidenciales a realizarse en Venezuela el próximo 28 de julio del presente año, sino también de todos los que se inscriben en la necesidad de un mundo multipolar y la sobrevivencia de la especie humana.
Ante la situación geopolítica mundial de conflictos armados, de imposición de restricciones financieras que afectan los naturales flujos transfronterizos, de los canales financieros y las economías de los Estados, ante el aumento de tensiones comerciales y bloqueos, incluso ante la crisis económica en puertas, resulta impostergable abrirnos al nuevo mundo; un mundo multipolar que incluya la diversificación del sistema económico y financiero mundial, capaz de asegurar nuevas rutas productivas y de intercambio comercial, colchones de capital, liquidez, garantía de reservas y una nueva lógica diversificada y equitativa en el desarrollo comercial, financiero y económico.
Pero esa diversificación solo sería posible si contamos con líderes mundiales que se muevan en esa dirección, apoyando el auge de nuevos polos de poder, sirviendo de impulso para conectar con otros mercados, continentes y grandes proyectos en beneficio de los pueblos como el de “La Franja y la Ruta” anunciado desde el 2013 por el presidente chino XI Jinping, y al que Estados Unidos se ha empeñado en cerrarle las vías, no solo en Asia central, sino en África, Medio Oriente y Europa. Pero también alternativas como la del Grupo de los BRICS, conformado por un conjunto de países con economías emergentes con incidencia en la economía mundial.
Muchos proyectos del nuevo mundo han renovado las esperanzas de los pueblos sumidos en altos niveles de pobreza y desigualdad por la acumulación desmedida y localizada: las fortunas de los cinco hombres más ricos del mundo se han duplicado desde el 2020 y la riqueza acumulada de cinco mil millones de personas a nivel mundial se ha reducido.
Esta desigualdad en la economía y sistema económico mundial, impacta a todas las sociedades y mercados. Ahora bien, solo esta realidad podría revertirse con un nuevo orden económico mundial, bajo otra lógica financiera más equitativa, con nuevas formas de gestión y de pagos, más inclusiva, justa, que promocione la fragmentación financiera y deje de lado la hegemonía económica imperante.
Poner fin a la desigualdad extrema y diversificar los nuevos polos de poder solo sería posible si contáramos con lideres mundiales convencidos de ello. En América Latina, Nicolás Maduro es el candidato de este nuevo eje mundial de transformación, además de ser la garantía de ello, es la punta de lanza en la región latinoamericana y caribeña para su concreción. Maduro ha dado pasos en esta dirección y en su campaña ha prometido contribuir a la construcción de un nuevo orden económico regional y mundial de respeto, complementariedad y comercio justo, así como, aportar desde las fortalezas geopolíticas de Venezuela (una de las mayores reservas de agua dulce a nivel mundial, la primera reserva de petróleo, octava de gas y la segunda mayor reserva de oro en América) en la diversificación del sistema financiero internacional.
En el contexto de la venidera elección presidencial en Venezuela, por un lado, hay una docena de candidatos cuyo elemento en común es la conformidad con el desigual e injusto sistema hegemónico imperante, por otro lado, se encuentra Nicolás Maduro, que es el único candidato enfrentado abiertamente a la misma.
En el plano internacional la dicotomía es clara: Nicolás Maduro es el candidato de la multipolaridad, de los polos emergentes como China, Rusia, Medio Oriente, África y de los pueblos conscientes de América Latina que saben que la construcción de una sociedad igualitaria depende del nacimiento de este nuevo mundo.
LAILA TAJELDINE