Hace hoy 65 años que el líder de la Revolución Cubana Fidel Castro arribara a La Habana en la Caravana de la Libertad junto a miembros del Ejército Rebelde. La caravana salió el 2 de enero de 1959 de Santiago de Cuba. Durante el camino Fidel intercambió con el pueblo de los diferentes municipios de las provincias de Granma, Holguín, Las Tunas, Camagüey, Santa Clara, Cienfuegos y Matanzas hasta llegar a La Habana el día 8.
El objetivo del viaje era sacar al señor Cantillo de Columbia, quien los traiciona y da un golpe de Estado en La Habana. Fidel lo explica durante su recorrido con la caravana:
“El recorrido tenía por objeto transportar la columna en apoyo de los compañeros que iban hacia la capital; yo pensaba pasar rápidamente. Pero en eso se cae, mejor dicho: fue derrocada la tiranía, porque no se cayó: la derrocaron al dictador y a los que quisieron sustituirlo; en un día se cayeron dos: Batista y Cantillo.
Ese era el objetivo del viaje. Yo no tenía pensado hacer una marcha triunfal, ni mucho menos; me parece que eso estaría un poco fuera de lugar en este momento. Yo me he detenido en los pueblos porque me han detenido en los pueblos, el pueblo. Y no he podido hacer otra cosa que hablar con el pueblo, a pesar de que me parecía que era necesario que estuviésemos en La Habana cuanto antes, y todo el mundo sabía que necesitábamos estar en La Habana cuanto antes; pero ya veníamos en este recorrido, y no podía menos que atender el deseo del pueblo de hablar con nosotros y de saludar a los combatientes del Moncada”.
Fidel hace su entrada en la capital por el municipio de Cotorro donde va en automóvil hasta la Virgen del Camino, donde aborda un jeep para internarse en la ciudad. Lo acompaña el comandante Camilo Cienfuegos y lo siguen rastras, autos, camiones y vehículos militares de todo tipo con su tropa.
Pueblo
A todo lo largo del camino de un lado y otro de la calle el pueblo se aglomera para saludarlo. Hacen una breve parada en el entonces Palacio Presidencial para seguir hacia el entonces Campamento Militar de Columbia, que fuera convertido en septiembre de 1959, en el gran centro escolar Ciudad Libertad. Allí tiene lugar el acto con el que los miembros de la histórica Caravana culminaban su transitar por el territorio cubano.
En sus palabras cargadas de emoción afirma:
“Creo que es éste un momento decisivo de nuestra historia, la tiranía ha sido derrocada, la alegría es inmensa y sin embargo queda mucho por hacer todavía.”
También alertaba: “No nos engañemos creyendo que en lo adelante todo será fácil, quizás en lo adelante todo sea más difícil.”
Un momento significativo es cuando Fidel interrumpe su discurso, se dirige a Camilo Cienfuegos y pregunta: “¿Voy bien, Camilo? Quien le responde: ¡Vas bien, Fidel!”. Treinta años después recordaba:
“No puedo olvidar aquella multitud que se reunió más o menos a esta hora. Ni siquiera recuerdo bien todos los detalles; pero sí sé que terminamos tarde, muy tarde, creo que fue después de las 12:00 de la noche.
Los que entonces tenían veintitantos años, hoy tienen cincuenta y tantos; los que entonces tenían treinta y tantos, hoy tienen sesenta y tantos; y los que tenían más de 40, hoy tienen más de 70 o de 80. Una parte de aquellas personas, inevitablemente ya no está entre nosotros; muchos, sin embargo, tendrán seguramente vivo el recuerdo de aquel día. Hoy es posible que los que aquí se reúnen, en su inmensa mayoría —por no decir casi todos, tomando en cuenta la elevada proporción de jóvenes aquí presentes—, no estaban nacidos aquel 8 de enero.
No sé si será fácil que ustedes puedan vivir las emociones que vivieron aquellos compatriotas, porque ustedes no vivieron los días de horror, de humillación y de sufrimientos que ellos vivieron.
En nuestra patria había muchas cosas por hacer. Los problemas que teníamos entonces no son los problemas de hoy; había todo un mundo que cambiar, había una revolución por hacer.
Recuerdo que aquella noche la preocupación fundamental nuestra era la cuestión de la unidad de las fuerzas revolucionarias, evitar que surgieran divisiones y enfrentamientos entre los que habían luchado contra la tiranía; evitar conflictos y divisiones en el seno de nuestro pueblo, porque fueron precisamente los conflictos y las divisiones los que, de acuerdo con el pensamiento martiano, hicieron imposible la victoria en la Guerra de los Diez Años; y fueron las divisiones a lo largo de nuestra historia las que habían hecho muy difícil el triunfo pleno de la independencia en nuestra patria.
Aquel era, en ese instante, uno de los problemas y una de las cuestiones más importantes. Recuerdo que se hizo una apelación dramática a la unidad de todos los combatientes revolucionarios y aquella apelación tuvo resultado, tuvo éxito, tuvo frutos.
Revolucionarios
Recuerdo también algo que dijimos aquella noche del 8 de enero, que siempre sabríamos tener toda la paciencia necesaria desde el poder revolucionario y que, si un día se nos agotaba la paciencia, siempre buscaríamos más paciencia; toda la paciencia que se requería para asumir las responsabilidades y el enorme poder que una revolución victoriosa otorga a sus dirigentes.
Creo que hemos sido fieles a esas dos ideas: hemos sido incansables luchadores por la unidad de nuestro pueblo a lo largo de estos 30 años, y hemos sido incansables defensores del principio del ejercicio paciente, generoso del poder, que la Revolución otorgó entonces a nuestros hombres, a nuestro movimiento revolucionario, y, más tarde, al Partido y al Estado. Esos dos principios proclamados aquella noche se han mantenido intocables.
También nosotros expresábamos la idea de que, hasta ese momento, por difícil que hubiese parecido el camino, estábamos seguros de que era mucho más fácil que el camino que teníamos por delante. Siempre estuvimos conscientes de esa realidad, no nos hicimos ningún tipo de ilusiones. Veníamos diciendo también a lo largo del trayecto que esta vez sí había llegado la hora de la Revolución, que la Revolución sería una realidad inexorable”.
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