Enrique Dussel y el pensamiento transmoderno | Por: Andrés Kogan V.

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La reciente muerte del filósofo de la liberación Enrique Dussel es una tremenda pérdida y un gran dolor para quienes nos ha influido su pensamiento y creemos firmemente en la posibilidad de construir conocimiento desde el sur global, alejado del eurocentrismo imperante en nuestros países hasta el día de hoy.

A nivel vivencial, mi acercamiento al trabajo de Enrique Dussel se remonta al año 2011, mientras cursaba una Maestría en Comunicación y Cultura Contemporánea en Córdoba, Argentina y me encontraba en una búsqueda de miradas situadas latinoamericanas, que me permitieran pensar la región en términos políticos mucho más amplios.

Es así como venía de una formación como sociólogo en Chile bastante colonial y eurocentrada, en donde la noción de universalidad en las Ciencias Sociales, sólo me encubría una violencia epistémica que hace que el canon de pensamiento se concentre en autores de cinco países del norte global principalmente (Estados Unidos, Alemania, Francia, Inglaterra, Italia).

Por lo mismo, conocer el llamado giro decolonial en América Latina y el Caribe, en donde autores como Aníbal Quijano, Catherine Walsh, Walter Mignolo, Arturo Escobar, María Lugones y el mismo Enrique Dussel, me abrieron preguntas que mi formación anterior me imposibilitaba realizar e ir más allá de los marcos de la modernidad.

Desde ahí que me influyó mucho la noción de transmodernidad usada por Enrique Dussel, la cual en ningún momento busca ser una mirada anti europea, como algunos erróneamente han planteado, sino pasar de la universalidad a la pluriversalidad del conocimiento, que permita un diálogo realmente horizontal de saberes

Asimismo, tampoco la transmodernidad se puede entender como una mirada esencialista y fetichizada desde el sur global, sino como un proyecto realmente democrático y transformador, que rescata las distintas experiencias políticas del planeta, y no solo las provenientes de la civilización occidental.

En consecuencia, Dussel cuestionó el helenocentrismo y la idea de que la filosofía y la política comenzaran con el pensamiento griego, el cual si bien tiene inmensos aportes, creer que es el comienzo de la reflexión es negar conocimientos previos sumamente importantes para la historia humana.

En otras palabras, Dussel puso en duda la linealidad de la historia de occidente, que nos vende la idea de que hemos vivido en distintas etapas (edad antigua, edad media, edad moderna), como si el resto del mundo no le quedara otra que ser parte de un relato que nos invisibiliza y nos deja fuera de la historia.

Dicho esto, se vuelve imposible no ver el rol fatal que tuvo la conquista desde 1492 y el encubrimiento de Abya Yala de parte del imperio español, heredero de la cristiandad y de una civilización que no solo se impuso militarmente a otras civilizaciones, sino también a nivel epistémico, dando comienzo a un proyecto moderno colonial, incapaz de ver la diversidad en el mundo.

En relación a lo anterior, el proyecto descolonizador de Dussel está completamente ligado a los pueblos en el mundo que no se les permitió plantear su mirada, como ha pasado históricamente con los pueblos indígenas no solo de Suramérica, sino de otros lugares en el planeta, que han sido inferiorizados, racializados y animalizados con el paso de los siglos.

En el caso del pueblo palestino por ejemplo, la crítica de Dussel no solo se centra en la opresión por décadas que ha sufrido por parte del Estado de Israel, sino que nos muestra también como el judaísmo fuera colonizado por una ideología moderna, como lo es el sionismo, que niega un pensamiento semita nómade, que fuera perseguido desde el imperio romano hasta la actualidad.

Ante esto, no es casual que Dussel haya apoyado las luchas por la emancipación de distintos pueblos en el mundo, que en el caso de Suramérica, haya tenido un fuerte compromiso con los procesos revolucionarios cubanos, sandinistas y también con los procesos constituyentes de Venezuela, Bolivia y Ecuador, los cuales fueron en su momento una luz de esperanza para quienes cuestionaban una modernidad capitalista excluyente, que siempre despreció y subalternizó al otro.

No obstante, si bien todos esos procesos implicaron en un comienzo una esperanza para los pueblos y una fuerte democratización a nivel social de aquellos países, derivaron en caudillismos autoritarios, desde lógicas estadocéntricas, reproduciendo así finalmente la colonialidad desde las izquierdas y generando nuevas opresiones.

Se podrá decir que Dussel siempre estuvo consciente del carácter colonial que puede estar presente en el marxismo y en muchas izquierdas en el mundo, pero lamentablemente en sus últimos años tuvo una mirada bastante acrítica de aquello, como se ha podido ver con su simpatía por el gobierno autoritario de Nicolás Maduro en Venezuela, con el cual no dudó en darle todo su respaldo en toda circunstancia.

Una situación similar es su postura acrítica frente a lo ocurrido con el proceso de multipolaridad, ante el ascenso de China y de los BRICS, y la pérdida de hegemonía de occidente, lo cual es positivo en el sentido de menor poder de Estados Unidos frente al mundo, pero que legitima igualmente a potencias y gobiernos violentos que poco y nada le interesa la construcción de buenos vivires.

Dicho lo anterior, esta última crítica a Dussel en el plano político me parece necesaria, pero no puede borrar el enorme aporte que ha realizado para el pensamiento anticolonial y situado desde el sur global, influyendo a generaciones enteras con sus planteamientos, lo que lo convierte en un filósofo fundamental e imprescindible para cualquier persona que quiera pensar en un mundo en donde quepan muchos mundos.

 

ANDRÉS KOGAN VALDERRAMA

rebelion.org


 

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