Sin ideas no hay paraíso | Por: Alberto Aranguibel

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Un connotado intelectual socialcristiano apareció estos días en las redes sociales con lo que muy superficialmente aparentaba ser solo una piadosa reflexión de tipo religioso, explicando que la fe en Cristo es la forma correcta de encontrar un sentido de direccionalidad en la vida, pero que en el fondo se revelaba claramente como una propuesta eminentemente política.

Como ha sostenido desde siempre el pensamiento de la izquierda (y desde el inicio de la Revolución Bolivariana, el pensamiento chavista, apoyado en las ideas de Bolívar) sin un fundamento ideológico consistente no habrá jamás forma de saber hacia dónde se orientan los procesos de transformaciones que una determinada sociedad asuma, precisamente porque al no conocerse ni su origen ni sus intenciones, todo lo que pudiera llegar a ocurrir en su desarrollo estaría signado por la improvisación y la lógica del ensayo y error, lo que inevitablemente conduciría al desastre.

Por eso Chávez empeñó tanto esfuerzo en la ideologización y politización de su pueblo; porque sabía que la falta de formación en las ideas revolucionarias de los grandes pensadores de la historia, empezando por las del Padre de la Patria (quien ya había alertado sobre el flagelo de la ignorancia), sería siempre el impedimento para avanzar y alcanzar el triunfo, lo que le convirtió en uno de los más relevantes líderes de nuestra era. Algo que la derecha no le perdonó nunca, pero en lo que definitivamente tiene que haber estado de alguna forma de acuerdo, en virtud de los excepcionales réditos políticos que esa estrategia de la ideologización le permitió consolidar.

De modo que la reflexión de aquel intelectual tiene que haber estado dirigida, sin lugar a dudas, a toda esa camada de precandidatos de la derecha que andan colmando los medios de comunicación y los espacios públicos con un interminable festín de promesas y de consignas, que ni pie ni cabeza tienen las más de las veces, como si de un concurso de fraseos e ingeniosidades se tratara.

Todos, sin excepción, se quedan en la misma vocinglería antichavista. Ninguno presenta sus fuentes ideológicas, ni explica su sustrato político, más allá del griterío del odio contra el presidente Maduro. Su vaciedad demuestra su ineptitud para gobernar.

ALBERTO ARANGUIBEL

ÚN.


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