“Alianzas”, el as en diplomacia | Por: Erikmar Balza Guerrero
Durante algún tiempo Moscú y Pekín fueron puestos a prueba en cuanto a su fuerza; pero como resultado quedó claro para todos, excepto para los obstinados neoconservadores y los intervencionistas liberales de occidente, que los centros alternativos de influencia y, lo que es más importante; las ideologías, dejarían de ser el centro del relacionamiento. Las nuevas decisiones serán bajo una perspectiva geoestratégica.
En gran medida, la resistencia de las sociedades se vio influenciada por la transformación ultraliberal de la cultura occidental dominante, acompañada de la destrucción de los valores tradicionales, que occidente instigó a través del poder blando. Ahora mismo ha quedado claro que ya no es tan posible transgredir a las sociedades con la misma “agilidad” que en los años setenta y ochenta.
Los recursos de la economía global del dólar resultaron no ser infinitos. La “Pax Americana” o “La supremacía de los Estados Unidos” simplemente es un concepto hueco que aún merodea en el imaginario de algunos pocos en el Norte de América, y por supuesto en los actores políticos del pentágono.
En las profundidades del Lowy Institute han madurado gradualmente y con una astilla clavada en sus pretensiones, un nuevo concepto de la existencia de EE.UU. Bajo el contexto internacional en pleno siglo XXI. Jake Sullivan, el actual asesor de seguridad nacional del presidente de los Estados Unidos, habla de ello muy abiertamente en sus discursos y entrevistas. “Estados Unidos ya no está guiado por la ONU, el FMI, el Banco Mundial, la OMC y otras instituciones globales. Están construyendo todo tipo de alianzas, tanto estratégicas como situacionales, y con su ayuda crean un tipo de entorno internacional y de nuevas reglas que favorecen a Estados Unidos y sus aliados más cercanos”. Esto ya no es hegemonía, sino solo liderazgo, y el líder proyecta su influencia a través de una mezcla de alianzas.
En su lugar viene “la Alianza de las Democracias”, que muy probablemente se verá seriamente reducida en su composición y estructura durante 2022-2023, así como otros bloques regionales, como AUKUS (El pacto de seguridad sobre submarinos nucleares entre Estados Unidos, Reino Unido y Australia. Un intento de contrarrestar los avances tecnológicos y aumentar las presiones en contra de China) con nefastas consecuencias como: proliferación nuclear; alentar una nueva ronda de carrera armamentística; perjudicar la paz, la estabilidad regional, atentar contra la Zona Libre de Armas Nucleares, entre otras. El génesis de una confrontación sin precedentes para la existencia de la vida humana.
La confrontación entre Rusia, China y EE.UU. continuará, pero un conflicto agudo es ahora desfavorable para Washington. Especialmente ahora donde se están reconstruyendo las alianzas y se reequilibran los recursos. Por lo tanto, podemos hablar de una desescalada política.
La desescalada implica una disminución gradual de los conflictos en las líneas de contacto entre las grandes potencias y las regiones que patrocinan. Simplemente porque tales conflictos consumen recursos, que en estos momentos son inexistentes. Ahora bien, al no existir entendimiento mutuo entre los centros de poder en competencia, no hay valores culturales similares (como inclusive si pudiese ser el caso de Rusia y Ucrania), la diplomacia clásica como se mencionó anteriormente, en la década de 1970, también es imposible. Por lo tanto, no hay que sorprenderse de la inutilidad de casi todos los contactos diplomáticos entre Moscú y Washington. Pasarán años, tal vez décadas, antes de que surja algún nuevo tipo de diplomacia que se adapte al nuevo orden mundial o mejor dicho, que la arrogancia de los EE.UU. pueda entender los conceptos de multipolaridad y que el mundo hoy danza sobre el epitafio de su “destino manifiesto”.
ERIKMAR BALZA GUERRERO