La cancillería colombiana le dijo a la ONU y al Consejo de Seguridad que lo que sucede en Apure es una “maniobra de distracción del régimen ilegítimo de Venezuela” para ocultar sus problemas.
Claudia Blum, como si hablara en nombre de otro país que no es Colombia, señaló que Venezuela tiene una serie de problemas que para un lector bien enterado sabe que suceden más bien entre los dominios naturales que corresponden a La Casa de Nariño.
La jefa de la cancillería colombiana, quien se abroga la potestad de calificar si es legítima o no la autoridad de otro país, remarcó que Venezuela sería supuestamente un estado fallido gobernado por una dictadura que tiene la rara alianza con grupos narcoterroristas que le atacan en su propio territorio.
Luego de poner la diplomacia por el piso y adoptar el tono vulgar de una activista antibolivariana, el canciller Jorge Arreaza le respondió a “la doña” diciéndole por twitter que: “Negar las secuelas que sufren los países vecinos por la guerra eterna en su país, es una afrenta hacia la ONU”. Y remató el comentario con la pregunta de: “¿Los toma por tontos?”.
Pues así bien parece, porque la cancillera del primer país exportador de cocaína, el territorio más peligroso para la defensa de los DD.HH., la nación con 76 masacres en 2020, y el Estado con nula presencia en sus fronteras, acusa a su vecino de ser: un Estado fallido; una dictadura que no protege a su población y un territorio donde campean los grupos irregulares.
Increíblemente la canciller del país con más población interna desplazada por efectos de la violencia criminal y política, se escandaliza por el traslado de “5 mil” venezolanos hasta Arauquita en el contexto de las operaciones de la FANB en contra de los grupos del narcoterrorismo colombiano.
Omisiones deliberadas
La señora Blum, simulando ser la diplomática de un país civilizado, acusa a los militares venezolanos de realizar operaciones de manera indiscriminada. Califica estas maniobras como acciones sin apego al derecho internacional humanitario que provocaron el desplazamiento de la población.
A lo mejor la canciller colombiana, de buena fe, está convencida de ello; pero no se enteró que su gobierno admite que mata a menores de edad en operaciones militares porque los considera máquinas de guerra.
Para un país acostumbrado a dejar sus fronteras a la buena de Dios, a lo mejor las maniobras venezolanas le parecen una novedad increíble. Para Colombia el descuido de sus zonas limítrofes es una tradición que el Ministro de Exteriores venezolano le recordó a su colega.
“La realidad es que sus fronteras están desamparadas y los grupos armados COLOMBIANOS reinan y cuidan las rutas de la droga COLOMBIANA”, escribió Arreaza.
En un segundo mensaje, el jefe de la diplomacia nacional le recomendó a Bogotá: “Protejan sus fronteras. Mantegan su guerra lejos de territorio venezolano. Respeten los acuerdos de Paz. Frenen los asesinatos de líderes sociales y masacres; detengan el aumento de cultivos y producción de droga, persigan el lavado de dinero que alimenta su economía. ¡Basta!”.