Lo que deja de ver la Alta Comisión de los Derechos Humanos cuando habla sobre Venezuela

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Cada informe que publica la Alta Comisión de los Derechos Humanos hace sobre Venezuela llama la atención; pero no por lo que diga sobre nuestro país, sino lo que deja de mencionar sobre otros.

Mientras esta semana era un escándalo en Colombia la muerte de menores de edad en un bombardeo del Ejército a un campamento de la disidencias de las FARC, Michelle Bachelet volvió a apuntar sobre Caracas.

En el imaginario de la funcionaria chilena parece que América Latina es solo el ámbito reducido de la República Bolivariana, un territorio en donde el gobierno del presidente Maduro se ceba del sufrimiento de la población.

Esta inquietud que revela la duda sobre la auténtica imparcialidad de Bachelet se repite cada vez más; y cada vez más la funcionaria de la ONU revela que la duda le resbala.

Si no fuera porque en América Latina pasan las cosas que pasan, pudiéramos pensar que esas dudas ofenden.

Mirar a otro lado

Mientras la oficina de Bachelet tiene fijada a Venezuela como una obsesión profesional, en Colombia suceden masacres cada 4 o 5 días, y casi que a un ritmo interdiario asesinan a un líder social.

Al mismo tiempo en Colombia, habituados a las grandes hazañas criminales, reconoce que mata a menores de edad en operativos militares con la justificación semántica de que no se enfrenta a niños sino a «máquinas de guerra».

Mientras Bachelet observa preocupación por la migración venezolana, no hace igual hacia el caso de los desplazamientos internos y forzados en Colombia, que es el país numero uno con este fenómeno.

Pero las sospechas sobre la genuina buena intención de Bachelet no solo proviene de Venezuela. Desde Chile envidiaron su atención sobre nuestro país, al advertirle que los carabineros estaban disparando a los ojos a los manifestantes durante las protestas sociales.

Curioso que no vea más

Llama la atención que la funcionaria no advierta el drama de Brasil; y la proeza letal de escalar cada día topes históricos de muertos por la pandemia.

Resulta curioso que no observe el fenómeno de las caravanas migrantes de Centroamérica que huyen por la pobreza de Honduras y Guatemala; o que no censure la campaña de xenofobia que mata migrantes venezolanos en Perú.

Los más acuciosos, y dirán algunos que más rencorosos contra Bachelet, le reprochan si se pronunció contundentemente sobre los asilos para adolescentes migrantes en las frontera sur de EE.UU.

Por este saldo descomunal de temas ignorados flagrantemente, la Alta Comisionada de los Derechos Humanos está muy lejos de ponerme moral y éticamente «a derecho».

 


 

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