Haití: 217 años de Independencia, y la libertaria Sopa Joumou
Artículo escrito por Lil Rodríguez
Publicado en Telesurtv.net
La Sopa Joumou o de Calabaza (también se le conoce como Auyama) estuvo prohibida para los esclavizados hasta el día en que el líder revolucionario Jean-Jacques Dessalines declaró la independencia de Haití de sus colonizadores franceses. Ese mismo día, 1° de enero, prepararon y tomaron con alegría su Sopa Joumou, libres. De esa jornada se cumplen 217 años y desde esa fecha donde quiera se encuentre un haitiano, una haitiana buscará la forma de hacer y disfrutar su Sopa Joumou como reafirmación de su libertad, como manifestación cultural y como símbolo de su heroica lucha, ejemplo para otros pueblos que avanzaron en sus procesos de Independencia.
Gonaives, 1804
El historiador e investigador cubano Sergio Guerra Vilaboy a propósito de esta gesta escribió: “El 1 de enero de 1804, ante una imponente multitud reunida en Gonaives, el general Jean Jacques Dessalines (1758-1806), un ex esclavo sublevado desde 1791 en la colonia francesa de Saint Domingue, proclamó la República de Haití, rescatando el nombre dado por los arauacos a la región montañosa occidental de La Española.
Dessalines había luchado por su libertad junto a Toussaint Louverture, del que luego fue lugarteniente, y a quien acompañó en las Tropas Auxiliares al servicio de España y, desde 1794, como general de la república francesa, tras la abolición de la esclavitud por París. Con ese rango, sobresalió en la expulsión de los ocupantes españoles e ingleses de la isla. En enero de 1802, cuando Saint Domingue fue invadido por el ejército del general Víctor E. Leclerc, enviado por Napoleón para restablecer la esclavitud y el viejo orden colonial, Dessalines combatió con dureza a los invasores. Como resultado del entendimiento entre Leclerc y Louverture, en mayo de ese año, Dessalines abandonó la lucha contra los franceses y después del forzado destierro de su jefe, devino en el principal líder de los antiguos esclavos.
A fines de octubre de 1802, Dessalines levantó sus tropas y organizó lo que se llamó la Armée Indigène, denominación que enlazaba la guerra contra los franceses con la resistencia aborigen a la conquista. Aliado a los jefes mulatos que habían sido sus enemigos, también sublevados contra las huestes de Napoleón, que aplicaban una represión indiscriminada, logró organizar un amplio movimiento de liberación. En el Congreso de Arcahaie, reunido a mediados de mayo de 1803, la jefatura de Dessalines fue confirmada y se adoptó como bandera haitiana la tricolor de la revolución francesa, despojada del color blanco, y con el lema Libertad o Muerte.
La ofensiva dirigida por Dessalines acorraló a las tropas europeas, ya diezmadas por las derrotas y la fiebre amarilla, en Cap François y Mole Saint Nicolas, que se rindieron tras la batalla de Vertieres, el 18 de noviembre de ese año. Como consecuencia, los restos del ejército napoleónico se retiraron a la antigua parte española de la isla, bajo soberanía francesa desde el Tratado de Basilea (1795), mientras se vertebraba la primera nación independiente de América Latina y la única del planeta sin esclavitud”. (Dessalines, Libertador de Haití. Informe Fracto, diciembre 2020)
Paradójicamente la historia habla profusamente de los procesos de Independencia en Latinoamérica y pareciera ocultar a Haití, una nación que rescató hasta su nombre original.
¿Por qué durante tanto tiempo no se enseñó a conocer a Haití, y a amarla?
El ejemplo
Siempre han reseñado a Haití como la nación más pobre del continente, con base en su actualidad y en estos tiempos más, luego del terremoto de 2010, y no de lo que tuvo que haber sido si nos guiamos por su sorprendente historia de liberación. La riqueza material, de recursos, de Haití, hay que apuntar, fue saqueada por Francia, España y por EEUU.
Diera la paradójica impresión de que por causa de su tenaz y victoriosa lucha Haití fue echada al olvido por la mayoría de los historiadores afiliados a la colonización de ayer, y de hoy.
Como dice Ignacio Ramonet: “Ese mal ejemplo se lo hicieron pagar. Nadie ayudó a la república negra; todos la boicotearon… como si se prolongase el escarmiento a los esclavos por haber osado liberarse”.
Luis Vitale, historiador nacido en Argentina, nacionalizado chileno y fallecido en 2010 dice: “Tan honda fue la repercusión de la revolución haitiana que varios precursores de la independencia latinoamericana visitaron la isla para ver en el terreno cómo fue posible que un país tan pequeño venciera a las mejores tropas de Napoleón e instaurara la primera nación independiente de América Latina, que se convirtiera en el primer país negro no monárquico del mundo, y en que por primera vez los esclavos lograran un triunfo definitivo en la historia universal, superando la gesta de Espartaco contra el imperio romano. Este fenómeno, tan evidente para sus contemporáneos fue posteriormente relegado al olvido por los historiadores. Es sobradamente conocido por todos que las Historias de las Américas -respaldadas por las Academias Nacionales- abren el capítulo de la Independencia con las revoluciones de 1810, omitiendo deliberadamente a Haití”. (Haití: Primera nación independiente de América Latina. Luís Vitale. Fuente: Revista Todo es Historia, nº. 245. Buenos Aires, Noviembre,1987).
Por eso, más allá de sus nombres, poco sabemos de Touissant L´Ouverture (quien murió en Francia, preso, sin poder ver el fruto de su lucha), Jean Jacques Dessalines (quien proclamó la Independencia), y Alejandro Petión, (el solidario haitiano que tanto ayudó a Miranda y a Bolívar).
Pedro San Miguel, historiador y docente de Puerto Rico da otra pista: “Desde la óptica de los sectores hegemónicos, la rebelión de los esclavos -es decir, de seres humanos sometidos a un despiadado sistema de explotación económica- fue conceptuada como una insurrección de negros contra blancos, que lo era, por supuesto, pero no era sólo eso. «Un negro es un negro, sólo que en determinadas circunstancias históricas, existe como esclavo», escribió Marx. Para las élites caribeñas éstas eran sutilezas filosóficas difíciles de discernir.
Para ellas un negro era un esclavo; y si no lo era, debería serlo. Pero además, un negro era por definición un salvaje, un bárbaro. Ser negro era no sólo lo opuesto de ser blanco; era también lo contrario de ser civilizado. Las comunidades marginadas por las «élites criollas», incluso por sus sectores mulatos, estaban afincadas en la concepción de que «lo blanco» era una forma de adscripción a una cultura, la «occidental», que era la civilización por antonomasia. Todo lo que se distanciaba de ese ideal representaba la extinción de la cultura”.
217 años después
Han transcurrido 217 años y la batalla del irreductible pueblo haitiano continúa. Ese batallar ha sido duro, muy duro en sus circunstancias políticas, sociales, económicas. Incluso en lo cultural se ha intentado invisibilizar a una nación que ha aportado lo mejor de ella a las causas y culturas de otros pueblos del Caribe y de la América Latina.
¿Cuántas veces, al hablar de literatura, plástica y de música, se nombra a Haití?
¿A cuántos ha escuchado a través de los medios radiales y visto en la televisión privada?
¿Los nombres de la gran cantora que fue Martha Jean Claude, el escritor y activista Jacques Roumain, el sociólogo Gerard Pierre-Charles y el poeta René Depestre, qué nos indican? Ellos son ejemplo de una vida cultural propia, con bases ancestrales de las que el haitiano jamás reniega, que no olvida, así como no se debe olvidar que Haití fue un verdadero punto de encuentro de pueblos, desde sus aborígenes hasta los colonizadores franceses y españoles sin pasar por alto un dato no menor: La extraordinaria mezcla africana, con diversos orígenes, que llegó a la antigua Saint Domingue cuando comenzó la brutal trata de negros como esclavos. La cultura de Haití es por tanto rica, inclusiva y diversa.
Lo musical
En la celebración del Día de Independencia, como en todo el año, resuenan los tambores en Haití, y resonarán donde haya un haitiano o haitiana. Es que en el caribeño país se preserva el arte (con sus secretos) para construir los tambores asociados a sus ancestros y a sus religiones.
La influencia negroafricana es determinante y se mantiene a pesar de lo que significó la influencia francesa y europea en general y también a pesar de relativamente recientes procesos de penetración cultural adelantados por las potencias occidentales, concretamente EEUU. La música permanece aún las representaciones religiosas y en el culto Vudú, pero no es ajena Haití a las músicas de academia, tanto la proveniente de Europa como la de haitianos que se han formado en ella.
Por otra parte Haití ha incidido en manifestaciones musicales y culturales de otros países, siendo Cuba un buen ejemplo.
En el caso cubano se encuentra la influencia de Haití en la música generada en Guantánamo, concretamente el Changüí, y también en la Tumba Francesa, elevada en Cuba a Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.
Para el investigador estadounidense, Benjamín Lapidus La Tumba francesa (tambor francés) es un producto del proceso de transculturación en el Oriente cubano. “Comenzó en 1791, cuando debido a la revolución haitiana, hacendados huyeron a Cuba. Entre 1795 y 1805 más de 30 mil personas de La Española se ubicaron en Oriente. Aproximadamente, 20 mil eran negros, muchos de ellos esclavos domésticos y trabajadores agrícolas. En poco tiempo, los hacendados crearon una industria cafetalera de calidad excelente en su nuevo país.
Los criollos franceses y afro-haitianos crearon una comunidad dinámica en Cuba. Poco después de la llegada de los criollos, y a través del siglo XIX, negros libres y mulatos encontraron un nuevo hogar. Aunque los mayorales franceses tenían una reputación de ser especialmente severos, los esclavos expresaban su cultura. Entre esas expresiones, el lenguaje kreyol y el vudú se mantuvieron vivos. Tumba francesa, cocoyé y la tajona son tres de los géneros principales que nacen durante este periodo”. (Benjamín Lapidus. “Este Bongó que te llama”. Herencia latina)
En cuanto a República Dominicana, los dos países cultivan el merengue con formas y estilos propios.
Pueblo muy danzario, cuenta con diversas danzas como la Gagá (de mucha pirueta, casi acrobática), el maraguan y diversas danzas de carácter religioso.
En tiempos más recientes el haitiano también cuenta con el Konpa, o Kompa (compás) emparentado con el meringue haitiano y asociado con elementos musicales de islas cercanas, Antillas mayores y menores. Cadencioso y un tanto más lento que el merengue, el Kompa ha alcanzado alta difusión, gran aceptación y se convierte paulatinamente en otra carta propia de la identidad irreductible del ser haitiano, haciendo vibrar y bailar a todo el mundo.
Con el gran contingente de haitianos y haitianas que ha salido de su tierra a otras latitudes, la cultura de Haití, su historia, el esplendor de su música, de los colores de su arte y el sabor de su gastronomía se ha expandido. El mundo tiene cada vez más una mejor comprensión de la historia de un país que tuvo que pagar con creces el haberse convertido en la primera nación independiente de América Latina, el primer país negro no monárquico del mundo, y en el territorio donde los esclavos lograron por primera vez un triunfo definitivo en la historia universal.El día 1° de enero es el Día de su Independencia. El 2 de enero es el Día de los Ancestros. Haití no olvida.
Haití, la precursora, batalla y resiste. Hay festejos de esperanza en medio de la ardua cotidianidad. Como desde hace 217 años, hay Sopa Joumou.
Haití: 217 años de Independencia, y la libertaria Sopa Joumou
Artículo escrito por Lil Rodríguez
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