por: Victoria Torres Brito.
¿Qué iba a imaginarse Alí que su música iba a estar sonando todavía? ¿Quién iba a pensar que su legado estaría vivo todavía? ¿Quién iba a soñar con que el ímpetu de sus letras cargadas de pueblo, se mantendría todavía?
Para el momento en el que el cantor del pueblo: Alí Primera, recorría el país llevando su mensaje a ritmo de danza zuliana, de golpe curarigüeño, de sangueo, de tamborera, de tantos géneros de la música tradicional venezolana, las disqueras lo rechazaban, le cerraban las puertas para sus conciertos, las radios silenciaban su voz, su constante burla hacia los gringos, lo convertía en un irreverente de la música y un acérrimo enemigo de sustituir lo nuestro por lo de afuera.
Alí fue un creador de conciencias, puso a la gente a pensar con sus canciones, despertó los corazones patriotas de los venezolanos, hijo de un policía y una campesina, se forjó al calor de las luchas y fue testigo de las injusticias, dolores y carencias de todo un país, llevó su puño en alto y caminó por la senda de la alborada esperanzada en su canción.
Su inagotable actividad política, luego de una formación intensa y completa, acompañada de una militancia y una convicción certera en el hombre nuevo y las enseñanzas de Fidel y Ho Chi Minh, lo convirtieron en un elemento de estudio para una generación cansada de gobiernos sordos.
Ese fatal accidente en la autopista Valle-Coche, aquel 16 de febrero de 1985, encendió las alarmas de los revolucionarios y dejó al descubierto que las personas como Alí, determinadas a llevar un mensaje de humanidad y dignidad, son objetivos sensibles para las conspiraciones de la derecha asesina.
Alí es inspiración para el futuro, cátedra que nos guía en el presente y su canto, un tesoro que debemos preservar y cultivar.
35 años y 35 claveles rojos para ti, compañero. Gracias por el despertar.
Victoria Torres Brito
@vickyzoe
