Cada 23 de enero es vital que “abramos la historia”, como aconseja Simón Rodríguez. Haciéndole caso al gran cimarrón sentipensante, me veo en la necesidad de hablar sobre el Pacto de Puntofijo. Su origen se hilvanó entre 1950 y 1953 en reuniones entre Rómulo Betancourt y Nelson Rockfeller en la mansión de éste, con Diego Cisneros como enlace e intérprete. Rómulo le ponía a mister Rocke, como cariñosamente le llamaba, su partido Acción Democrática, desde el exilio, para apoyar la política injerencista de Estados Unidos en la guerra de Corea. En esas “amenas” reuniones Betancourt le expresó a Cisneros que “el error del Libertador fue no concebir una América unida bajo los preceptos mercantilistas de Estados Unidos”.
El 20 de enero de 1958 Serafino Romualdi, agente del Instituto Americano para el Desarrollo del Sindicalismo Libre, cuadra una reunión entre Betancourt, Rafael Caldera y Jóvito Villalba, con el secretario de Estado, John Foster Dulles. El gringo le leyó la cartilla a los venezolanos trazándole la agenda de gobierno a seguir luego del derrocamiento de Pérez Jiménez, que estaba maquinado desde Washington porque se teñía de nacionalista.
Esta reunión es conocida como el Pacto de Nueva York y su objetivo general era aislar a los comunistas que se sabía serían mayoría en la Junta Patriótica de Venezuela.
Las órdenes fueron detalladas en estos tres objetivos específicos: (1) persecución, tortura y muerte a comunistas; (2) paralización de las redes ferroviarias para inundar el país de gandolas Mack Trucks y tractores Carterpillar y (3) el fortalecimiento del modelo rentista. Una vez instruidos servilmente, estos tres personajes viajaron con Dulles a Washington. Allí los recibió el vicepresidente Richard Nixon.
¿Por qué Estados Unidos escoge a Betancourt? Porque entendía muy bien el bolivarianismo, porque fundó el Partido Comunista de Costa Rica, porque siempre deseó ser militar y empresario, porque había luchado junto a comunistas, porque mantenía grandes negocios y acuerdos con el régimen de Muñoz Marín de Puerto Rico en el que Diego Cisneros era recibido a cuerpo de rey, y porque sentía una idolatría servil por el monroísmo. Es decir, el títere perfecto, el hombre llamado a anular a Domingo Alberto Rangel y a otros dirigentes importantes como Fabricio Ojeda y Guillermo García Ponce. El resto de la historia la conocemos: democracia representativa, política de dependencia y no desarrollo.