«Ni un paso atrás», las «salidas» y «Hasta el final», son solo algunos de los mantras usados por la derecha venezolana al anunciar sus planes para deponer al chavismo, y por supuesto ninguno invoca la voluntad del pueblo sino el derecho divino de las élites para gobernar este país.
Por eso, no sorprenden para nada que aumenten las presiones en la víspera de las elecciones presidenciales de este 2024. Lo que sí resulta increíble es la capacidad de los dirigentes para subestimar la memoria de un pueblo herido por más de 900 medidas coercitivas unilaterales, que hoy amenazan con recrudecer el próximo 18 de abril.
Risas nerviosas
Entre la risa burlona de Francisco Palmieri, jefe de la misión de EE.UU. para Venezuela, quien aseguró, entre risas, que los “incentivos” otorgados hasta ahora son un gran favor. Por otro lado, las declaraciones del congresista demócrata, Jim McGovern, donde asegura que las sanciones “han estado destinadas a aumentar el dolor del pueblo venezolano, con el fin de obligar a Maduro a salir del poder”, hay un punto en común: el fracaso.
El crecimiento económico de Venezuela no depende exclusivamente de la flexibilización, sino de las capacidades construidas en los últimos años para mitigar y superar los efectos de las sanciones.
Esto lo sabe EE.UU. y los voceros de la oposición venezolana, y allí radica el nerviosismo de esta nueva ola de chantajes, en medio de la poco célebre campaña presidencial de Biden y su crisis interna de liderazgo.
¿Tic tac?
Según algunos, la cosa va así: Después de más de 900 medidas coercitivas unilaterales que significaron la caída del 99 % de nuestros ingresos, los venezolanos debemos agradecer o por lo menos meter corriente para que se cumplan los deseos de la oposición venezolana y así correr solos en las elecciones presidenciales de este 2024.
El 18 de abril es la fecha tope que sentenció el gobierno estadounidense para “reimponer” las sanciones contra Venezuela, usando como excusa el supuesto incumplimiento de los acuerdos del diálogo. Argumento que se cae con las disputas internas de los sectores radicales de la derecha, en total contraste con la oposición democrática dispuesta a participar en las elecciones sin condiciones.
En este punto, vale la pena preguntarse ¿Cuándo se levantaron las sanciones? y la respuesta es simple: Nunca.
En 2023, el gobierno de EE.UU. anunció la activación de una licencia de 6 meses para favorecer el mercado de hidrocarburos venezolano. Esta medida desde entonces, se ha convertido en punta de lanza para el chantaje y la extorsión.
El chavismo no está contra reloj. Lo que corre es el cronograma electoral contra quienes no logran consolidar liderazgo serio ni mucho menos una propuesta real al país.