Los hechos y las imágenes del golpe de Estado del 11 de abril de 2002 son un recordatorio constante de los peligros que acechan a la Revolución Bolivariana. Además de ser una ventana que ayuda a comprender los diversos actores y los roles que juegan cada uno en el tablero político nacional.
El posicionamiento de la violencia y la manipulación mediática como herramientas de la oposición para alcanzar el poder político, obliga a hablar del 11 de abril en tiempo presente.
En primer lugar, porque 21 años después la estrategia es la misma. En segundo lugar porque los principales operadores locales y transnacionales se mantienen a la cabeza de la conjura contra de Venezuela.
Por ello, más allá de catalogar el golpe de Estado como un evento que dividió la historia política contemporánea en un antes y un después; habría que decir las contradicciones que lo ocasionaron definieron el rumbo ideológico de la revolución. Condenando a la oposición a una propuesta anacrónica e impopular que no logra calar en imaginario colectivo.
El 11 de abril es también una referencia obligada para quienes buscan razones respecto al apoyo popular del chavismo 21 años después. En medio de una crisis económica sin precedentes producto del bloqueo estadounidense.
La resistencia hoy es una respuesta al irrespeto constante de la derecha a la voluntad popular expresada en el voto. Lo cual contrasta grandemente con el carácter social y reconocimiento de la revolución a las grandes mayorías. Esas mismas que defendieron a Chávez y defienden hoy a Nicolas Maduro.