Ni cumbre ni de las Américas | Por: Sacha Llorenti

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Durante la IV Cumbre de las Américas, celebrada en Mar del Plata en noviembre de 2005, el presidente argentino Néstor Kirchner, ante la absorta mirada de George W. Bush, dijo: “Patotear por una simple mayoría, ideas que tienen tanto que ver con la vida de nuestros pueblos, es una cuestión absurda, casi anticultural y muy poco ayuda a la convivencia de todos los pueblos y a la convivencia democrática de todos”.

Kirchner, Lula da Silva, Hugo Chávez y Tabaré Vázquez lideraron la oposición a que en esa cumbre se adoptase una declaración sobre el Área de Libre Comercio para la Américas (ALCA); una propuesta estadounidense que desde 1994 intentaba imponer condiciones que, producto de la enorme inequidad comercial, económica y tecnológica, solo beneficiaría a las trasnacionales estadounidenses y extendería las políticas neoliberales a escala continental.

17 años después, la IX versión de la Cumbre de las Américas, convocada para los primeros días de junio en Los Ángeles, Estados Unidos, fracasó antes de iniciarse. El anfitrión anunció la decisión de excluir a tres países americanos. La postura estadounidense despertó el airado reclamo de jefes de Estado, de Gobierno y organismos regionales y subregionales.

El primero en reaccionar fue el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, quien, sin lugar a apelaciones, dijo: “Nadie tiene derecho a excluir” y manifestó que si no se invita a todos los países, él no asistiría. Del mismo modo, reaccionaron la presidenta de Honduras, Xiomara Castro, con un contundente: “Si no estamos todas las naciones, no es Cumbre de las Américas”. En el mismo tono, el presidente de Bolivia, Luis Arce, dijo que “de persistir la exclusión de pueblos hermanos”, no participaría.

La Comunidad del Caribe (Caricom) hizo un llamado para que la Cumbre de las Américas sea inclusiva y que se asegure la participación de todos los países del hemisferio. El Alba-TCP, en su XXI Cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno repudió las exclusiones y trato discriminatorio en la reunión de Los Ángeles. La presidencia pro tempore de la Celac exhortó a los organizadores de la Cumbre a “evitar exclusiones que impidan que todas las voces del hemisferio dialoguen y sean escuchadas”.

En el caso de la reunión de Los Ángeles, la ausencia de los no-invitados estará muy presente. Algunos países no participarán en ningún nivel diplomático, otros participarán, pero no al más alto nivel y otros estarán representados por sus jefes de Estado o de Gobierno. Debido a la arbitraria discriminación: los que no van, no van en protesta; y muchos de los que van, van a protestar.

El proceso de negociación de los documentos que pretenden adoptar se instaló hace varias semanas en la sede de la OEA en Washington y los tres temas elegidos como los asuntos centrales son: salud, migración y democracia.

Sobre salud, los tres países excluidos están entre los mejores en la administración de la pandemia. Cuba ha elaborado sus propias vacunas, poniendo a disposición de los pueblos del mundo sus logros científicos y sus brigadas de médicos.

Venezuela, pese a sus limitados recursos, consolidó puentes aéreos para el traslado de vacunas y equipos médicos; a través del Banco del Alba, se creó un fondo humanitario para la adquisición de vacunas y compartieron sus exitosos protocolos de salud. Nicaragua demostró tener un sólido sistema de salud preventiva. Si algo nos enseña la pandemia es que cualquier exclusión para lograr acuerdos en este tema es un daño causado a todos.

En materia de migración, la política estadounidense es selectiva y discriminatoria. Además, como lo denunciara el canciller cubano Bruno Rodríguez, Estados Unidos quiere que se apruebe un “código que pretende obligar a los Estados latinoamericanos y caribeños a reprimir la migración, a absorber los migrantes que Estados Unidos decide procesar fuera de su territorio, que incorpora elementos de una visión estadounidense racista, xenófoba y expoliadora de nuestros migrantes”.

Sobre democracia, se intenta que la OEA sea el gendarme continental que certifique los procesos electorales. A la OEA y a Estados Unidos los conocemos por sus frutos: solo en este siglo los golpes o intentos de golpes de Estado en Venezuela, Honduras, Nicaragua y Bolivia hablan por sí mismos.

Conocida su historia, ¿tiene alguna utilidad la denominada Cumbre de las Américas? El problema de fondo es que los intereses entre América Latina y el Caribe y Estados Unidos son antagónicos y, dadas las presentes circunstancias, irreconciliables. Estados Unidos viola sistemáticamente los principios y propósitos de la Carta de la ONU y el derecho internacional al imponer un criminal bloqueo económico, comercial y financiero contra Cuba y al aplicar medidas coercitivas unilaterales contra Venezuela y Nicaragua.

Al Gobierno de Estados Unidos no le interesan los derechos humanos, la democracia o la genuina integración. Sus esfuerzos están dirigidos a instrumentalizar cualquier espacio en beneficio de sus intereses hegemónicos y a asfixiar aquellos que pretendan salir de su órbita gravitacional.

¿Alguien tiene alguna duda de que la desaparición de Unasur, los ataques contra el Alba y la paralización de Celac, hasta la presidencia pro tempore de México, no fue obra del Departamento de Estado?

El verdadero interés de Estados Unidos es el mismo desde hace décadas: evitar la migración sur-norte, que sus empresas tengan el control de nuestros recursos naturales, vender sus productos con valor agregado en el mercado regional, utilizar nuestra fuerza laboral como mano de obra barata, controlar las vías de comercio internacional, ampliar su presencia militar, tener el control geopolítico y escarmentar a quienes no se sometan a su voluntad.

En lo práctico, como sugería el presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, sería más beneficioso para nuestra región invitar a Estados Unidos y Canadá a las reuniones de Celac en el mismo formato que se utiliza para los encuentros con China o Rusia que tener una reunión como la convocada en Los Ángeles.

Éste es un tema de intereses, de visiones del mundo, es un tema de dos doctrinas, dos proyectos en pugna permanente desde hace dos siglos. La doctrina Monroe, la del “patio trasero”, la de la neocolonización; y la doctrina bolivariana, la de la emancipación, la de la Patria Grande. La reunión de Los Ángeles pasará a la historia como un intento fallido de aplicar fórmulas de dominación y no de integración.

Así como están planteadas hoy, las Cumbres de las Américas no son útiles para nuestros pueblos, hace falta un Rencuentro de América (así en singular) reconociéndonos como una sola, un solo continente con un destino común, en el que no se “patotee” a nadie y en el que se replique el llamado que el presidente Díaz-Canel hiciera “a unir, no a dividir; a sumar, no a restar; a dialogar, no a confrontar; a respetar, no a imponer”.

 

SACHA S. LLORENTI S.

@sachallorenti

Secretario ejecutivo del Alba


 

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