La Esperanza en la calle | Por: Adán Chávez

El sábado 26 de marzo de 1994, el Comandante Hugo Chávez sale de la Cárcel de la Dignidad; luego de haber sido trasladado unas semanas antes desde Yare al Hospital Militar, como parte de los acuerdos alcanzados para su liberación.

A pesar de que algunos de sus compañeros tenían dudas en relación con aceptar ser liberados, sosteniendo que lo mejor era quedarse en prisión como un símbolo de rebeldía; la posición del líder bolivariano prevaleció finalmente, logrando convencer a todos acerca de la necesidad de “…salir con la frente en alto…y lanzarse a la batalla”.

Así ocurrió. Chávez fue el último de los participantes de la rebelión del 4F-1992 en salir, siendo trasladado desde el hospital a la Academia Militar, en Fuerte Tiuna; donde estaba previsto se quitara su uniforme y firmara la baja del Ejército, en el marco de lo acordado con el gobierno de turno.

Recuerdo aquellos días como si fuera hoy. Había estado con Hugo toda la tarde del día anterior; y aunque ya sabíamos que al día siguiente sería la salida, cuando terminó la visita aún no conocíamos detalles acerca de cómo se materializaría. De allí que, acordamos que a través del abogado Carlos Fermín, quien se había encargado de servir de intermediario entre el Comandante y el gobierno de Rafael Caldera; me llegaría la información precisa, tan pronto se conociese.

II

A las 9 de la mañana de aquel sábado 26 de marzo, me llamó el referido abogado para decirme que le acababan de avisar que ya el líder bolivariano estaba en Fuerte Tiuna.

Enseguida nos pusimos de acuerdo para encontrarnos en un sitio, en la vía hacia el Fuerte, y llegar juntos a la oficina donde el General Raúl Salazar había llevado al Comandante casi de manera clandestina. Él mismo lo buscó en el hospital y lo trasladó a la referida instalación militar; donde ya se encontraban la compañera Cilia Flores, como parte del equipo de abogados que atendía el caso y una periodista del diario El Nacional, que había obtenido un permiso para entrevistar a Hugo.

Entramos a la oficina y allí estaba él esperándonos, uniformado y conversando con el General Salazar. Después de saludarnos y darnos un fuerte abrazo, nos pidió que lo dejáramos solo, porque quería caminar un rato por el Patio de la Academia.

Desde una ventana lo veía: daba vueltas por el patio y, de repente, se paró frente a la estatua del Padre Libertador Simón Bolívar que está allí. Lo vi cabizbajo, pensativo y me pareció que se quitó con mucho sentimiento una lágrima que rodaba por su mejilla.

Días después, conversando acerca de aquella experiencia, le hice el comentario; en respuesta al cual me dijo: “Si, me brotaron las lágrimas, pensando en qué me depararía el destino, que terminaba una etapa de mi vida y comenzaba otra, llena de incertidumbres”.

Luego de esa ceremonia íntima, Hugo regresó a la oficina y firmó el documento a través del cual quedaba oficialmente fuera del Ejército. Acto seguido, entró a un baño que se encontraba en el lugar para cambiarse, por lo que a partir de aquel momento ya no portaría su vestimenta militar, la cual había reemplazado por el liqui-liqui que luego se hizo famoso; el que de allí en adelante se convirtió en un símbolo, en el nuevo uniforme utilizado por el Comandante Chávez al salir a la calle.

A tales fines, nos trasladaron a una alcabala ubicada en una de las salidas de Fuerte Tiuna. Hugo se despidió de los militares que prestaban servicio allí, nos montamos en una camioneta que se había preparado para el momento y enfilamos hacia Los Próceres.

Una muchedumbre que no había sido convocada nos sorprendió, esperando ansiosa la salida del Comandante. Comenzaba a girar con mucha fuerza, el Huracán Bolivariano._

III

El titular en los periódicos del día siguiente fue: “¿A dónde va el Comandante?, ¡Al poder!”; un titular que recogía una expresión de Hugo de aquel día y, pienso que también, el clamor del Pueblo venezolano -representado en aquella gran cantidad de gente que se aglomeró a escasos metros de la alcabala antes referida-, que al momento de su salida de Fuerte Tiuna le expresaba su respaldo al Comandante Eterno.

Esa multitud, no permitía que la camioneta donde nos trasladábamos con Hugo avanzara. Ante esa euforia, el Comandante abrió la puerta del vehículo y se paró en el estribo. La gente se abalanzó sobre él y arrancó la puerta de la camioneta, lo bajaron de allí y lo pasearon en hombros. Terminó con el liqui-liqui roto.

En medio de toda aquella gente que recibió al líder bolivariano, había algunos periodistas que entre gritos y empujones pudieron preguntarle: “¿Qué hará ahora Comandante?”; interrogante a la que éste respondió: “Voy a las catacumbas del Pueblo. A la toma del poder político en el país. Vamos a hacer un gran frente nacional…Vamos a demostrarle a los politiqueros venezolanos como se conduce un Pueblo al rescate de su verdadero destino”.

Ese primer día nos fuimos desde Los Próceres a la sede de la televisora privada Televen, donde nos esperaba el periodista y líder de la izquierda venezolana, José Vicente Rangel; quien había invitado al Comandante a grabar un programa especial, que fue transmitido esa misma noche.

Luego de lograr ingresar al referido canal, tras el recibimiento que allí le dio otro “mar de gente” que se reunió en sus alrededores; Hugo tuvo que llegar solicitando un sitio privado donde poderse cambiar el liqui-liqui roto, por otro que ya habíamos enviado a buscar con alguien.

Recuerdo que al día siguiente, mientras desayunábamos y leíamos los periódicos, comentamos acerca de la impresionante movilización popular que tuvo lugar, sin que ello hubiera sido planificado; lo cual se explica en el profundo arraigo que ya entonces tenía el Comandante Chávez en la gente y las esperanzas de cambio que nuestro Pueblo depositaba en él, una enorme responsabilidad que, hasta el último de sus días en este plano terrenal, asumió con profundo compromiso y sentir Patrio.

IV

Previo a la salida de Hugo, se había elaborado un plan inicial para recorrer algunos sitios de Caracas. Chávez propuso, y así se hizo, ir antes que nada al Panteón Nacional, a rendirle honores al Padre de la Patria y ratificar ante sus restos inmortales el Juramento del Samán de Güere. Después de ese simbólico acto, se trasladó al Ateneo de Caracas, donde ofreció una rueda de prensa.

Allí, una vez más -como había pasado con las actividades del día anterior-, aquello estaba lleno de Pueblo, con gente encaramada hasta en los pocos árboles que había en la zona.

Querían oír a Hugo, por lo que se improvisó una tarima desde la que dio su primer discurso en la calle; reconocido ya por aquel Pueblo ansioso de cambios profundos, como el líder de la esperanza, el Comandante Bolivariano.

De todo ello me enteré luego, a través de los medios de comunicación y de las conversaciones posteriores que sostuvimos, porque ese Domingo de Ramos -después del desayuno y de darnos un fuerte y prolongado abrazo, que aún llevo en mi mente y en mi corazón-, salí hacia Barinas. Tenía la misión de preparar todo lo concerniente a la llegada del líder histórico de la Revolución Bolivariana a nuestro estado, donde pasó unos pocos días, comenzando desde allí una gran gira nacional, en contacto directo con el Pueblo. Allá lo recibimos el 29 de marzo de ese año.

ADÁN COROMOTO CHÁVEZ FRÍAS

@adancoromoto


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